lunes, 27 de agosto de 2012

Unos días en Marruecos - Tánger (I)

























































En un principio fue un tostón el trayecto en ferry. En la estación marítima de Tarifa unos niños terroríficos gritando y dando vueltas sin parar. En la espera antes de subir al ferry voy al baño y me encuentro a dos señoras con los pies metidos en el lavabo y todo el suelo anegado de agua, y digo yo, si sabemos que los marroquíes que van de paso se van a lavar los pies en el lavabo ¿No sería mejor que les pusieran unos lavabos a la altura del suelo para que se lavaran los piés cómodamente y no dejaran los servicios hechos un asco?
Muchas mujeres de negro integral con velo y una multitud de mujeres gritonas con infinidad de paquetes que habían llegado en autobús a Tarifa. En el barco tuvimos que hacer cola para control de aduana, la cola duró toda la travesía y salió una hora tarde.
Al fin llegamos a Tánger, nos esperaba un coche, el hotel está muy cerca, delante del puerto mirando al mar, pero dentro de las murallas de la medina, nos llevan las maletas por una escalera de 94 escalones y accedemos a la terraza del hotel, desde ese nivel hay una calle por la que se sale a la medina. La decoración y la arquitectura es marroquí, muy típica y la habitación no está mal, tiene un balcón con vistas al mar y al puerto.
Salimos y unos jóvenes nos paran en la puerta para ofrecernos sus servicios de guía, nos dicen que podemos elegir entre los tres, pero Miguel no quiere, unos pasos más adelante, ya en la calle principal que lleva al zoco un tal Mustafá nos explica dónde estamos y donde está la oficina de cambio, mientras cambiamos nos espera y claro, no hay más remedio que aceptarlo.
Mustafá nos enseñó la medina, el zoco grande y el chico y nos metió en dos tiendas (una de alfombras y otra de especies a la que ellos llaman la farmacia bereber. La tienda de alfombras era de un bereber muy listo y simpático, nos enseña las vistas desde su azotea, y unas cuantas cosas, regateo característico y al final no sabemos como siempre que es lo que has pagado y si se ha quedado contigo o no. La medina es como todas, mucha vida, bullicio, olores y colores, mugre y masificación, puertas antiguas, plazas pequeñas con mucho sabor, hornos de pan, niños jugando en la calle, mujeres llevando pan y pasteles al horno, frutas con muy buen aspecto…
Terminamos el recorrido y después de pagarle a Mustafá vamos a tomar un té a la plaza donde está la mezquita grande justo delante de las puertas del zoco.
Tenemos cena en el hotel que consiste en harira (sopa de verduras) y tagine de pollo con verduras, de postre tarta de limón.

Texto de Ximena Prieto Álvarez y fotografías de Miguel Roa