Granada es casi mi ciudad natal, allí estuve interno en el "Ave María" desde los 12 años hasta los 16 y seguí viviendo y estudiando en ella hasta mucho más tarde.
Desde el "Ave María" mi vista permanente diaria era La Alhambra, desde allí la he visto cambiar de color según todas las luces del día y de las distintas estaciones, he visto caer las hojas de los árboles de su bosque y crecer poco a poco cada primavera. Quizás cuando algo te es cotidiano no le des la importancia que tiene, valoro todavía más a mis padres ahora que no los tengo y aprecio más Granada desde la distancia de Medina Sidonia, por eso cuando ahora la paseo pienso que soy un turista que está encontrando esos rincones por primera vez para sorprenderme de todo lo que ofrece al que sabe descubrirla.
Cuando miraba la Alhambra desde mi privilegiada situación en la cuesta del Chapiz al inicio del Albaicin, quizás pensaba que siempre la tendría tan cerca, aquellos tiempos en que me bastaba coger mi carnet de estudiante y subir la Cuesta de los Chinos para entrar en los Palacios Nazaries o en los Jardines del Generalife para ¿estudiar? allí. El único inconveniente con el que me tropecé fue con un portero celoso de su trabajo que cuestionaba si era yo el de la foto porque no llevaba la misma ropa.
Vuelvo a este monumento universal cada pocos años con motivo de enseñárselo a nuestro hijo, a alguno de sus amigos que lo han acompañado o a algún amigo nuestro de visita por la ciudad.
Ahora todo es moderno, días antes compras las entradas por internet (12 €) y con un sobrecargo de 1€ por tanta comomidad te acercas a la hora que te han marcado y te encuentras con una cola como si no hubieses reservado hora, con una aglomeración digna de haber facilitado entrada al doble de los previstos y con una inmensidad de espacios inaccesibles que he conocido de toda la vida, recuerdo la sala de los secretos del Palacio de Carlos V o el interior de los baños donde recordábamos las historias de los músicos ciegos y de las concubinas y eunucos, que ahora no puedo ver.
Llegamos aun Patio de los leones, sin leones y a una sala de los Abencerrajes con una fuente seca que ya no refleja su maravilloso techo de escayolas talladas semejando magníficas estalacticas geométricas, cruzamos salas con miradores al Albaicin que ya no son accesibles y torres cerradas que en otros tiempos estuvieron abiertas.
Sí pudimos subir a la Torre de la Vela y desde allí ver el fantástico panorama que ofrece de la ciudad, de Sierra Nevada, del Palacio de Carlos V, del Sacromonte y del Albaicin y de la procesión que en ese momento salía de la Iglesia de San Pedro en plena Carrera del Darro y que nos dio una estupenda panorámica a ojo de pájaro de esa manifestación religiosa de nuestra Semana Santa con su estupenda banda de tambores y cornetas, penitentes y pasos.
Me sentí extraño en aquellos lugares que siempre había considerado como algo mío, ni siquiera pudimos recorrer el Generalife en el sentido en que quisimos, sino que nos marcaron por donde ir en todo momento sin apenas libertad, eso sí, en cada entrada éramos identificados con una estupenda máquina de lectura de códigos de barras, funcionarios que a veces en un exceso de celo me recordaron la canción de Serrat "niño eso no se mira, eso no se toca, ....) persiguiéndonos con cara de pocos amigos.
Supongo que es inevitable pero me gustaba más "mi Alhambra" en mi adolescencia granadina, albaicinera y avemariana de aquel joven jiennense que se vino a estudiar a "Graná" que podía entrar siempre que quería diciendo que era estudiante a pesar de no llevar puesta la misma ropa que cuando me hicieron la fotografía para aquel carnet.
Aquí os dejo con algunas fotos que sobre la marcha de la visita pude hacer el pasado domingo 5 de abril.
Desde el "Ave María" mi vista permanente diaria era La Alhambra, desde allí la he visto cambiar de color según todas las luces del día y de las distintas estaciones, he visto caer las hojas de los árboles de su bosque y crecer poco a poco cada primavera. Quizás cuando algo te es cotidiano no le des la importancia que tiene, valoro todavía más a mis padres ahora que no los tengo y aprecio más Granada desde la distancia de Medina Sidonia, por eso cuando ahora la paseo pienso que soy un turista que está encontrando esos rincones por primera vez para sorprenderme de todo lo que ofrece al que sabe descubrirla.
Cuando miraba la Alhambra desde mi privilegiada situación en la cuesta del Chapiz al inicio del Albaicin, quizás pensaba que siempre la tendría tan cerca, aquellos tiempos en que me bastaba coger mi carnet de estudiante y subir la Cuesta de los Chinos para entrar en los Palacios Nazaries o en los Jardines del Generalife para ¿estudiar? allí. El único inconveniente con el que me tropecé fue con un portero celoso de su trabajo que cuestionaba si era yo el de la foto porque no llevaba la misma ropa.
Vuelvo a este monumento universal cada pocos años con motivo de enseñárselo a nuestro hijo, a alguno de sus amigos que lo han acompañado o a algún amigo nuestro de visita por la ciudad.
Ahora todo es moderno, días antes compras las entradas por internet (12 €) y con un sobrecargo de 1€ por tanta comomidad te acercas a la hora que te han marcado y te encuentras con una cola como si no hubieses reservado hora, con una aglomeración digna de haber facilitado entrada al doble de los previstos y con una inmensidad de espacios inaccesibles que he conocido de toda la vida, recuerdo la sala de los secretos del Palacio de Carlos V o el interior de los baños donde recordábamos las historias de los músicos ciegos y de las concubinas y eunucos, que ahora no puedo ver.
Llegamos aun Patio de los leones, sin leones y a una sala de los Abencerrajes con una fuente seca que ya no refleja su maravilloso techo de escayolas talladas semejando magníficas estalacticas geométricas, cruzamos salas con miradores al Albaicin que ya no son accesibles y torres cerradas que en otros tiempos estuvieron abiertas.
Sí pudimos subir a la Torre de la Vela y desde allí ver el fantástico panorama que ofrece de la ciudad, de Sierra Nevada, del Palacio de Carlos V, del Sacromonte y del Albaicin y de la procesión que en ese momento salía de la Iglesia de San Pedro en plena Carrera del Darro y que nos dio una estupenda panorámica a ojo de pájaro de esa manifestación religiosa de nuestra Semana Santa con su estupenda banda de tambores y cornetas, penitentes y pasos.
Me sentí extraño en aquellos lugares que siempre había considerado como algo mío, ni siquiera pudimos recorrer el Generalife en el sentido en que quisimos, sino que nos marcaron por donde ir en todo momento sin apenas libertad, eso sí, en cada entrada éramos identificados con una estupenda máquina de lectura de códigos de barras, funcionarios que a veces en un exceso de celo me recordaron la canción de Serrat "niño eso no se mira, eso no se toca, ....) persiguiéndonos con cara de pocos amigos.
Supongo que es inevitable pero me gustaba más "mi Alhambra" en mi adolescencia granadina, albaicinera y avemariana de aquel joven jiennense que se vino a estudiar a "Graná" que podía entrar siempre que quería diciendo que era estudiante a pesar de no llevar puesta la misma ropa que cuando me hicieron la fotografía para aquel carnet.
Aquí os dejo con algunas fotos que sobre la marcha de la visita pude hacer el pasado domingo 5 de abril.
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