jueves, 17 de diciembre de 2020

Viaje a Marruecos, las ciudades imperiales. Verano de 1999 (y III)


30 de julio de 1999  Marrakech

Convencimos a Abderramán para volver antes, esta noche nos daban una “cena fantasía” en Chez Alí, un complejo turístico en Marrakech.






Llegamos, comimos, Pablo se dio un baño en la piscina y nos arreglamos para la cena.



Chez Ali está en las afueras y parece una fortaleza, dentro del recinto hay varias edificaciones de estilo oriental, incluso una tienda de regalos y una cueva como la de Alí Babá, unas jaimas preciosas de color azul y oro y delante de las jaimas una especie de hipódromo para el espectáculo.

Al llegar vimos que había miles de turistas, cada grupo cenaba en una jaima y las mesas eran de 8 personas, redondas. Antes de entrar en las jaimas nos recibieron grupos folclóricos, por lo menos había 10, todos distintos, representando al folclore marroquí había bereberes, tuaregs, músicos, etc. vestidos de colores llamativos. En la jaima nos iban sirviendo y entre plato y plato entraban los grupos a bailar y a cantar, se hacían fotos con nosotros y nos sacaban a bailar.

El primer plato fue una sopa que se llama harira, llevaba lentejas trituradas, verduras cortadas muy finas y algo de picante, estaba muy rica, la sirvieron en cuencos, después un tajime de cordero, algo asío como un estofado con ciruelas, después el cuscús típico  (pollo cocido, sémola y verduras) y de postre fruta y pastela, que es como un hojaldre con crema en capas. Para beber vino rosado y tinto, al final té con pastas o sea una cena pantagruélica, muy rica. 


























Después de la cena nos fuimos a la explanada a ver la “fantasía”. Consistía en una procesión de boda, con novia y cortejo, unos caballistas haciendo cabriolas y disparando con fusiles al aire montados a caballo, una chica que parecía europea que bailó la danza del vientre y una alfombra voladora que salió de un castillo y voló hacia otro castillo mediante un cable. Al final nos pusieron una pancarta de fuego que decía MAA SALAMA, algo así como “Bienvenidos”. La noche era preciosa, cálida, pero sin pasarse y pareció que estábamos en otro mundo. La gente de nuestro grupo comentaba que el espectáculo no era muy bueno, pero a mí me gustó, es algo distinto, lo comparaban con Port Aventura (eran catalanes) pero es que no tenía nada que ver, éste es más auténtico, en el sentido de que no está sofisticado, ni depende de multinacionales, es cierto que está dedicado sólo a turistas, pero fue una noche mágica.
















De vuelta en el hotel nos despedimos de Abderramán definitivamente porque nos quedaban dos días, pero ya libres.


Bueno, el sábado tendríamos la vuelta a Marrakech pero la haría Hamid, el guía local.

31 de julio de 1999  Marrakech

A Marrakech llegaron los bereberes tuaregs o los “velados” se tapaban por razones sociales y culturales, el velo es un asunto de costumbre, no del Corán. Esta ciudad fue la capital del imperio almorávide.




Marrakech empezó a recibir muchos extranjeros de todo el islam y poetas, científicos, etc. y de esta época es la plaza principal, la Yamaa El Fna o plaza de la muerte, el nombre le viene de la peste, porque aquí quemaban los cadáveres de los apestados. Ahora es el corazón de la ciudad. 

Las palmeras de Marrakech proceden de los dátiles que trajeron los almorávides y que esparcieron las semillas. En los jardines del palmeral hay una zona residencial carísima, el guía nos dijo que los precios habían subido desde que vino Carmina Ordoñez. También nos enseñó una casa que era propiedad de Jacqueline Kennedy.







Marrakech tiene cuatro colores: verde delas tejas de los edificios y del palmeral, rojo de los edificios, azul del cielo y blanco de la nieve del Atlas. A esta ciudad se la llama en Marruecos “la alegre”.

Por la mañana temprano empezamos la visita por el parque de la Menara, que era una residencia de verano almohade, con un estanque enorme y un templete tipo Partal. El estanque está rodeado de olivos y alguna palmera que otra. En el estanque se refleja la arquitectura, detrás se ven las montañas del Atlas, todo un espectáculo.






De allí vamos a la Kutubía, este nombre quiere decir librería. León el Africano dice que donde estaba la Kutubía había un mercado de manuscritos y por esto los almohades la llamaron así. La Kutubía es un poco más antigua que la Giralda, se construyó en 1157 y la Giralda en 1192, no se puede visitar por dentro, la mezquita está destruida, quedan las ruinas, en pie se ven muros, bastantes capiteles y columnas y parece que lo están excavando.








La Kutubía como todos los alminares tiene 3 bolas que representan el universo y sus elementos (tierra, agua, cielo), un cuerpo cuadrangular y otro más pequeño como todas las torres almohades y una cúpula bulbosa rematada con 3 bolas doradas.  El alicatado es verde, blanco y azul.






Entramos a la Medina por la puerta Bab Jdid donde está el hotel más lujoso, que es la Mamunia y nos vamos paseando por el barrio judío, la Mellah, hacia las tumbas saadies. La Mellah tiene casas con tiendas abajo y balcones, a esta hora está tranquilo, la mayor parte de las tiendas son joyerías.








Las Tumbas Saadies es un edificio donde están enterrados los miembros dela familia de Ahmad Al-Mansur, que reinó en Marrakech a partir de 1578.

Tiene 3 salas: la de la familia real, la de Ahmad Al-Mansur y la de las mujeres y en el exterior, en el jardín, las de los servidores. La tumba del rey tiene un artesonado de madera de cedro tipo bóveda encamonada pintada con arcos decorados.

La sala de las mujeres tiene arcos de pabellón y decoración granadina como los laterales del patio de los Arrayanes de la Alhambra.

Las tumbas están orientadas hacia la Meca, excepto algunas de las esposas del rey, que eran cristianas.







Desde allí nos vamos al Palacio Badía construido en 1887 por un pachá. Badía quiere decir “la guapa” y se hizo para la esposa favorita del pachá, esta zona es como el mexuar, después hay otra que es el harem de favoritas y después el de las concubinas.

Las puertas están divididas por la mitad para que en verano se pudieran abrir.

La decoración es turca, vamos pasando por habitaciones súper decoradas y artesonados, y llegamos a la madraza de los príncipes, pintada con colores fuertes, rojo y verde, con técnica de encaje, después las habitaciones del pachá y los baños, donde nos cuentan lo mismo que en la Alhambra acerca de los músicos ciegos. Cerca está la zona de los eunucos.
























Al salir del Palacio Bahía hace ya mucho calor, nos vamos a una “encerrona”. Ésta consiste en que nos meten en una “supuesta” farmacia bereber y después de contarnos todo lo habido y por haber sobre plantas y cosméticos y algunas bromas más nos venden artículos mucho más caros que en la calle.

Una delas bromas era pintarnos la mano a las mujeres con un lápiz de labios de esos que van cambiando de color, uno de los ayudantes iba pintando y apretaba el lápiz más fuerte o menos, mientras tanto el “jefe” explicaba que si la mujer era ardiente el color se pondría más fuerte, la señora que tenía el tono más fuerte “fue declarada” la más ardiente y le tatuaron la cara, le pusieron el nombre de Fátima, diciendo que valía muchos camellos, al salir todo el mundo le miraba a la cara y le decía: ¡Hola Fátima¡ y le gastaban las típicas bromas. Después del “clavetón” nos llevaron a dar un paseo por el zoco, pero sin comprar, sólo para orientarnos y echar una primera ojeada. Como teníamos 3 días más, ya compraríamos por nuestra cuenta. Los vendedores nos asaltaban y nos daban la lata, nosotros nos zafábamos como podíamos y seguíamos al guía.




El zoco es mucho más amplio que el de Fez, no en superficie, pero las calles tienen más anchura, el de Fez es un laberinto, éste también porque cada vez que cambiamos de calle no podemos acceder al mismo sitio por una paralela porque no existen. Hay dos zocos, uno al lado de las Tumbas Saadies y otro más grande que comienza en la plaza Jema El Fna. Por la mañana los únicos que van al zoco son los turistas, los nativos van por la noche, a partir de las 7 de la tarde, cuando empieza a oscurecer (por la hora solar) y hace menos calor.






Salimos del zoco a la plaza, había puestos de bebidas (zumo de naranja) y estaban los encantadores de serpientes, las cobras se movían y levantaban la cabeza. Desde allí nos fuimos al hotel.













Por la noche, después de cenar, nos fuimos a la plaza. Había miles y miles de personas allí y en los alrededores.








Al entrar nos metimos en un corro donde boxeaban, el presentador que era el árbitro a la vez, presentaba a los contrincantes, nos identificó enseguida y nos pidió dinero, después le dijo a la gente que nos vitorearan y todos empezaron a vitorearnos, o a insultarnos ¡quién sabe¡ o mejor ¡Alá lo sabrá¡. Después vimos un juego que consistía en pescar botellas grandes de refrescos con una caña larga, una cuerda que tenía atado un redondel pequeño de goma, era muy difícil.

Había mujeres haciendo tatuajes con henna, de tipo bereber, te pintaban la mano entera o solo una pulsera, me hice uno sólo de pulsera en la muñeca derecha, pero queda poco marcado y se me fue enseguida. La mujer me dijo que duraría un mes, pero sólo me duró una semana, supongo que el mes era sin lavarse.

También estaban los aguadores con esos sombreros típicos del sur y chicos con gorros y flecos que mueven la cabeza rápidamente en giros, y claro, piden foto y después pasta.

Los encantadores de serpientes no estaban.











Paseamos un rato y después nos fuimos al hotel.

1 de agosto de 1999  Marrakech

Por la mañana temprano nos fuimos al mercado de las Tumbas Saadies, entramos en la primera tienda y regateó Miguel un rato, al final por ser los primeros clientes nos regaló dos hueveras de cerámica. Entre los musulmanes hay una costumbre y es que da mala suerte no venderle nada al primer cliente que entra en tu tienda, así que el vendedor estuvo de lo más amable y nos vendió dos kaftan, nos aseguró que eran baratos porque con esta gente uno no sabe nunca a qué atenerse. El vendedor nos acompañó a una tienda enorme de artesanía, tanto de alfombras como de ropa, bronce, madera y joyas, nos invitaron a un té y nos estuvo enseñando alfombras y kilins. Nos vendió un kilin bereber que todavía huele a cabra o a pies, no lo tengo claro, pero muy bonito, en azul y rojo, con dibujos geométricos.





Desde allí nos fuimos hacia la plaza, tardamos en llegar y nos metimos por calles raras, entre ellas un muladar donde la gente orinaba, vimos una pelea en otro sitio entre un hombre con un látigo y otro con un trozo de madera.





Salimos a la zona más moderna con galerías comerciales y tiendas y desde allí llegamos pronto a la plaza, nos metimos en el zoco y el mismo agobio del día anterior. Todos los vendedores llamándonos, si te paras y entras estás perdida. En la zona delas babuchas nos hicimos varios amigos a los que regalamos bolígrafos Pilot y monedas españolas, nos hicimos fotos, a Pablo le colocaron un pañuelo al estilo bereber y a mí me echaron piropos.  Bueno pues terminamos las compras, pensando en volver por la noche y nos fuimos a comer a la plaza, a un restaurante en la misma plaza, había mucha cola.











Por el camino nos asaltaron unos niños que vendían unas gargantillas de plástico horrible, yo no las quería, pero me dio pena de uno de los niños y le di unas monedas y entonces fue horroroso, porque todos se abalanzaron sobre mí y creí que me daba algo. Me quedé sin ninguna moneda en un segundo. El niño se empeñó en que me tenía que quedar con la gargantilla y no tuve más remedio que aceptarla.
Al mismo tiempo una mujer le quería vender a Miguel un cesto de palma por 100 pesetas, o cambiárselo por la bolsa de viaje, o por la gorra, no había forma de sacársela de encima y así la llevamos pegada hasta el restaurante.

Pablo mientras tanto tenía 5 dirhans y estaba regateando con un niño que vendía trompos, le pedía más, pero Pablo sólo tenía los 5 dirhans y por supuesto el niño aceptó, lo que quería decir que si te pide 20 y le das 5 ¿Cuál es el valor real de la cosa?




Después de comer nos volvimos al hotel hasta que refrescara un poco, y como hacía mucho calor, después de comer Pablo y Miguel se bajaron a la piscina, yo no podía aguantar la flama que caía y me quedé en la habitación viendo tenis. Después nos arreglamos y volvimos a la plaza, antes por supuesto un regateo con los taxistas que esperan en la puerta del hotel. Son petit-taxi, o sea coches pequeños, tipo utilitario, la mayoría muy sucios por dentro y que si no te espabilas te cobran 40 dirhans, cuando en realidad la tarifa son 10.

En la plaza había mucha gente, estaban las serpientes, a mí me enrollaron una por el cuello, pero oh desdicha, Miguel no llevaba la cámara, de todas formas, le dimos unas monedas al dueño.




Por allí al lado había monos pequeñitos y un hombre vendiendo talismanes personales, mientras metía en un tubito de vidrio una serie de cosas, como un bolín, un trozo de piel, unas hierbas…, le iba explicando a una señora para qué servían, luego se lo cerró, ella le pagó y a otra cosa. En un corro estaba un cuentacuentos que se ayudaba de una especie de rectángulo de piel parecido a una pandereta. También en un corro vimos un santón o algo así, en otro círculo estaba un hombre explicando los efectos beneficiosos delas hierbas con un dibujo anatómico sobre el que daba explicaciones y en la zona más cerca del zoco estaban los chiringuitos para comer, había de todo, incluido té, todo iluminado con lámparas de gas. Lo mejor es el olor a “todo” que hay y el bullicio tan formidable.

Después de estar un buen rato en la plaza nos metimos en el zoco y a esta hora el ambiente era tremendo, no se podía dar un paso, todo el mundo compraba y todos eran marroquíes, en un momento a mí me dio un ataque de ansiedad, de estos que me suceden cuando estoy rodeada de una multitud y no puedo respirar aire puro.






Estábamos en una zona cubierta, hacía mucho calor y no podías andar, apenas te movías, menos mal que llegamos a una zona descubierta y al menos pude respirar. Por la mañana habíamos visto unas tablas que utilizan en las madrazas para aprender el Corán, de madera con dibujos de colores y unas líneas de caligrafía árabe, muy bonitos. Miguel no llegó a un acuerdo con el vendedor y por la noche volvimos y nos llevamos dos y al lado en un puesto de acuarelas, una de Marrakech, allí estuvimos un rato incluso hablando con el pintor.









Después de pasearnos volvimos al hotel.

2 de agosto de 1999  Marrakech – Málaga

Teníamos toda la mañana libre, nos levantamos más tarde, desayunamos y yo me puse a hacer la maleta. Miguel y Pablo fueron a dar un paseo andando hasta la Menara,.
















Cuando volvieron bajamos las maletas y esperamos en el hotel a que vinieran a buscarnos para llevarnos al aeropuerto.








Lo demás ya es ajeno a Marruecos.



Textos: Ximena Prieto Álvarez

Fotografías: Miguel Roa Guzmán y tarjetas postales y documentos del viaje.