Desde los 10 años estoy ligado a Granada y al Albaicín, popular barrio granadino, Patrimonio de la Humanidad desde 1994.
La primera vez fui a ver a mi hermano que estaba interno en el Ave María, con 12 años sería yo el que se iría también interno a este colegio que me ligaría para toda la vida a este barrio y a sus vistas hacia la Alhambra.
He vivido durante años en Granada y he paseado por este barrio en días de la fiesta de la Cruz o para enseñar a alguien este lugar tan especial o simplemente para disfrutar del paseo y las vistas y ahora cuando vuelvo a Granada de vez en cuando me transfiguro en turista, me cuelgo la cámara y trato de volver a disfrutar del lugar como si fuera la primera vez que lo visitara.
En esta Navidad decidir volver de nuevo, desayuné, cogí la cámara e inicié mi recorrido en Plaza Nueva, siempre que paso por allí suelo fotografiar la Iglesia de Santa Ana, el Pilar del Toro y el impresionante edificio renacentista de la Real Chancillería (actual sede del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía), hacía fresco y no me había abrigado lo suficiente e intenté hacer algo de tiempo para que subiese la temperatura fotografiando un patio que se divisaba tras una reja, una chica desde dentro me dijo que esperase que me abriría porque el patio se podía visitar, era el de un palacete del principio de la Carrera del Darro donde ahora hay una tienda de perfumes y un pequeño museo sobre los mismos, lo había visto antes pero nunca había entrado, aquella chica trabaja allí y me invitó a entrar en la tienda, en el pequeño museo del sótano y al hermoso patio de la casa y allí no solo hice tiempo para que mejorase la temperatura sino que disfruté de su conversación y de la información que me dio y del lugar que me estaba enseñando.
Quería ver el nuevo edificio del Maristán, reconstrucción de un antiguo hospital nazarí que hacía pocos días habían puesto visitable, tenía interés por el edificio y su historia y además porque el arquitecto que ha llevado las obras es Pedro Salmerón, antiguo profesor mío y destacado arquitecto en la rehabilitación de importantísimos edificios históricos de Granada.
Sólo lo vi desde fuera, había que pagar entrada y no quería detenerme demasiado tiempo allí, estuve de conversación sobre el edificio con la simpática chica de seguridad de la entrada, fotografié la nueva fachada del edificio que da hacia el convento de la Concepción y seguí mi recorrido.
Pasé por la puerta del convento de Santa Catalina de Zafra y por la de la Iglesia de San Pedro.
Callejeé y volví de nuevo a la Carrera del Darro, anduve por la puerta del convento de Santa Catalina de Zafra y por la de la Iglesia de San Pedro, quería entrar en el museo arqueológico, no para ver la colección reducida que tienen en exposición (es interesante pero ya la he visto varias veces) sino para las magníficas vistas que desde el corredor del primer piso hay de la Alhambra que está presente siempre durante todo mi paseo al encontrarse en la colina de la Sabika, enfrente de la colina del Albaicín, separadas por el río y esa preciosa calle que es la Carrera del Darro.
Volví a callejear para subir al mirador de San Nicolás, tan famoso desde que Clinton hizo referencia a él, hice fotos a la Alhambra, al Generalife y a Sierra Nevada desde el patio de la Mezquita mayor del Albaicín y desde el propio mirador de San Nicolás, estaba la iglesia abierta, ya restaurada, y disfruté del acristalamiento que han utilizado en una parte de la bóveda. A lo largo de todo el barrio fui encontrado diferentes aljibes como el de San Nicolás. Me detuve a observar a los músicos flamencos que tocaban sus guitarras para los turistas con la Alhambra de fondo.
Desde esta plaza que está bastante alta también se puede observar una gran parte del resto de Granada, incluida la catedral, desde allí me acerqué al Mirador de Santa Isabel la Real y a la Placeta Cristo Azucenas, eran las 12 pero el tiempo estaba fresco y allí me encontré a un señor en bañador tirándose a una de las fuentes como si se tratara de una excelente piscina veraniega, claro que con vistas a la Alhambra, le hice una foto y le pedí permiso para hacerle otra y entonces me hizo una exhibición de su buen estado físico y de equilibrio.
Tras pasar por el Aljibe del Rey me dirigí a la Ermita de San Cecilio en la muralla árabe y luego crucé por el Arco de las Pesas hacia la Plaza Larga donde siempre hay puestos de verduras u otras mercancías, subí por la Calle del Agua hasta la esquina con la calle Pagés donde se conserva una auténtica casa árabe, ahora protegida con un armazón metálico en su cubierta, a la espera de una merecida restauración. Esa casa fue de los padres de mi amiga Conchi, no sé si sigue siendo propiedad de ella y de su hermano, ahí pasé tardes estudiando cuando esa casa era habitable y estaba habitada, todo un privilegio que en aquel tiempo aún no supe ver.
Seguí hacia la Plaza Aliatar pasando después por delante de la Iglesia de Nuestro Salvador y por el aljibe que se encuentra en su plaza.
Seguí en dirección a la Cuesta del Chapiz e intenté entrar un momento en el patio del Colegio Ave María para hacer una foto desde allí, identificándome como antiguo alumno, pero no fui lo suficientemente persuasivo como para que el portero me dejase entrar diciéndome que tenía que pedir previamente permiso al director, en otra ocasión lo haré.
Llegué al paseo de los Tristes y allí me quedé un ratito viendo la placa de cerámica que en su día dedicaron a un gran pedagogo, el padre Andrés Manjón, fundador de las escuelas del Ave María a finales del siglo XIX para educar a los niños del Albaicín y del Sacromonte.
La Alhambra siempre está presente en mi paseo, siempre ahí en su inmensidad como cuando la tenía de frente al patio de mi internado, tras pasar el Paseo de los Tristes volví a coger la Carrera del Darro, esta vez hacia abajo, pasando de nuevo por la Iglesia de san Pedro y san Pablo o por la magnífica fachada de la Casa de Castril, sede del museo arqueológico, uno de los más antiguos de España.
Continuando por la Carrera del Darro caminé observando El Bañuelo (Baños árabes), el Centro de Documentación Musical de Andalucía que ocupa otro precioso palacete y desemboqué de nuevo en Plaza Nueva donde me esperaban otra vez La Iglesia de San Gil y Santa Ana y el palacio de la Real Chancillería donde daría por terminado mi paseo tres horas después de haberlo iniciado.
Volveré, una y mil veces si ocasión tengo.
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