23 DE FEBRERO DE 2023 JUEVES
Habíamos llegado a Lloret de Mar el 22 por la noche. Con nuestro flamante Hyundai i10 recién alquilado y después de desayunar nos dirigimos a Tossa de Mar, pueblo marinero con una playa en forma de concha y un promontorio con la Vila Vella dentro de un recinto amurallado donde se encontraba el primitivo asentamiento. Nos acercamos a la torre d´Es Codolar, es una torre circular en el extremo de la muralla que llega hasta la playa de Els Codolars o guijarros, una bonita cala en el barrio de la Roqueta con alguna casa del siglo XVI extramuros. Paseamos por dentro de la muralla y subimos a ella, unas vistas espectaculares. La antigua ciudad creció hasta el barrio de pescadores y después desaparecieron las huertas de alrededor y se construyó todo. Desde aquí se ve la playa como un anfiteatro rodeado de colinas y pinares, algunas construcciones de los años 70 bastante feas que son las de primera línea de playa, aún así es bonito.
Boelitz, arquitecto influido por la Bauhaus hizo una casa en 1945 por la que pasamos en este momento, parece ser que en Tossa vivieron personajes del mundo artístico europeo que vinieron a Tossa después de la I Guerra Mundial. La casa estuvo habitada por la familia Acerbi hasta el año 2000. Ahora no está en las mejores condiciones. Se encuentra cerca de una villa romana con mosaicos.
Ahora mismo nos encontramos en el macizo de Els Cadiretes de la cordillera Costero Catalana, en su alineación litoral y vamos hacia el norte, a Palamós.
Palamós
Palamós tiene un casco antiguo digamos que regular, nada especial salvo la iglesia de Santa María, gótico con portada interesante y un interior normalito. El emplazamiento de la ciudad es muy interesante y la playa muy tranquila y amplia con una ensenada cobijada, pero con muchos edificios altos. Sobre el mar están los restos del convento de los franciscanos, quedan algunos arcos del claustro, un rosetón y una portada.
Esto ya es el Bajo Ampurdán. Vamos por la calle de las tiendas y veo en una de electrodomésticos que el nombre es Roa, Miguel entra a preguntar y sí, son Roa, el padre y cuatro hijos, procedían de Cáceres, pero en origen, origen, de Roa de Burgos como todos los Roa.
Vamos a intentar comer en Aiguablava en un chiringuito de playa un arroz, que nos ha recomendado Sergio, el del alquiler de coches, dice que lo recomienda a su vez el de Can Roca. Aiguablava pertenece a Begur, que íbamos a ver mañana.
Vamos viendo pinos, encinas, carrascas y algún cultivo. La cala de Aiguablava es preciosa, pero el restaurante, ¡Oh desdicha! Está cerrado, así que intentamos Fornells pero todo cerrado, seguimos a Begur y allí en la plaza, al lado de la iglesia encontramos varios restaurantes abiertos y nos decantamos por uno que tiene una terraza cerradita muy chula con vistas a la plaza y unos camareros simpáticos y amables. Se llama la Motxa, comemos amanida (ensalada) de queso de cabra con lechuga, salsa de mostaza, vinagre de vino blanco, almendras, nueces, pasas y chía o algo así y gajos de pera confitada. Arroz de setas y salchichas de Nüremberg pequeñitas y alioli. Muy bueno. Para la hamburguesa de Miguel trajeron unas salsas mexicanas picantes para probar con las patatas fritas.
De postre tiramisú deconstruido, es decir trocitos de bizcocho y crema de mascarpone separados y encima el cacao, y un trozo de helado de tiramisú muy pequeño. El resultado muy rico.
Paseando por Begur nos deleitamos en su arquitectura de piedra, muy cuidada, en tonos toscanos, dinteles de piedra, rejas bonitas, y desde el castillo, del que no queda apenas nada, unas vistas extraordinarias. Si a Tossa le ponemos un 7, Begur es un 8.
Llafranc es una ensenada pequeña pero muy coqueta con edificios de dos plantas que miran al mar, cerrada por dos promontorios con pinos y algunas casas entre ellos. Muy agradable, después de dar un paseo seguimos a Calella de Palafrugell, ambos pueblos se merecen un 7.
A Calella de Palafrugell cuesta encontrar la bajada porque están prohibidas todas las direcciones menos una y al fin lo conseguimos. Esta no es una ensenada, sino que el espacio se va cortando en calitas pequeñas por rocas, los fondos son bastante rocosos pero las vistas muy bonitas. Nos gusta una casa que parece un navío adelantada al mar, cerrando una de las calas, los cimientos están en la misma roca, un jardín amplio y una enorme terraza. Tomamos café en una terraza que está abierta y vemos caer la tarde.
Volvemos a Lloret de Mar y ya casi de noche damos una vuelta por el paseo marítimo, playa grande, arena gruesa, plaza del Ayuntamiento y luego iglesia de San Román, el patrón, con un núcleo gótico y el interior también, pero con unos añadidos en forma de capillas modernistas, más bien Neo historicistas que parecen rusas o bizantinas, combinando mármol y mosaicos con azulejos y cúpulas de colores. Resulta un conjunto sorprendente. En el interior una estructura gótica limpia y en el presbiterio a un lado una escultura en mármol de San Román, como guerrero antiguo y al otro lado la de Santa Cristina, la otra patrona de Lloret.
Paseando por el pueblo vemos que está casi todo cerrado por ser febrero y que no tiene nada especial, quizá el edificio de la casa de cultura. Nos queda por ver la ermita de Santa Cristina y los jardines de Santa Clotilde que ya veremos otro día. Desde el centro al hotel es un paseo.
Textos: Ximena Prieto Álvarez
Fotografías: Miguel Roa Guzmán
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