EL TREN DE SÓLLER
En la estación de Sóller hay unas fotos de Miró con
Picasso y una exposición de obra de Miró. Me encantan los títulos de las obras
mironianas como: “El canto del ruiseñor a medianoche y lluvia matinal” o “Las
constelaciones enamoradas del cuerpo de una mujer” o “Sol, luna, fuego, tierra,
agua”.
El viaje en el tren de madera hasta Palma dura
aproximadamente una hora y atraviesa la montaña a través de túneles entre los
que se abren grandes vegas rodeadas de montañas, no son valles, son más bien
hoyas con cultivos de árboles frutales, nísperos, naranjos y almendros.
Este tren es un referente en las obras ferroviarias
españolas del XIX. Al tener que ascender y descender tanto, desde Palma a
Sóller da una vuelta de 180 grados para salvar la pendiente. Tiene cinco
túneles, uno de ellos bastante largo, que es el que atraviesa el collo de
Sóller, de hecho, tarda 8 minutos en cruzarlo.
El tren tiene ventanillas que se pueden abrir con
sistema de palometas, y unos plafones en el techo muy de otro tiempo. Puedes
cambiar el asiento según la dirección de la marcha y el revisor, antes de
salir, toca una especie de trompetilla estruendosa.
Tres paradas antes de llegar a Palma y te deja en una
estación solo para el tren de Sóller, de ladrillo rojo con persianas verdes
mallorquinas, muy cerca de la Plaza de España y de la Plaza Mayor.
También se puede ir desde Sóller al Puerto de Sóller
en tranvía. El puerto es un brazo de mar abrigado entre montañas por donde
trepan las casas entre árboles. La calle que da al puerto tiene casas de dos
plantas con balcones mallorquines y a ambos lados hay edificios más modernos,
sin pasarse de altura.
Texto: Ximena Prieto Álvarez
Fotografías: Miguel Roa Guzmán
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