SA CALOBRA. UNA EXPERIENCIA MALLORQUINA.
La experiencia comienza con una carretera de montaña
en la que lo peor no son las curvas, siendo estas determinantes, sino la
cantidad de ciclistas que la transitan y van de tres en tres y a su bola, y los
coches y los autobuses, incluso motos y senderistas, es decir, TODOS.
Hay una curva que se llama el nudo de corbata, por
donde pasas exactamente por encima de donde has pasado antes. El truco es ir
temprano, así al menos sólo te encontrarás con autobuses a la vuelta en plena
curva de 180º.
Bien, una vez dicho esto, la carretera es muy bonita paisajísticamente
hablando: pinos, calizas de formas caprichosas, farallones y toda clase de
elementos y de repente, el mar.
Al llegar a Sa Calobra hay un aparcamiento y se baja
hasta el puerto entre dos acantilados, en el fondo está el agua y un
restaurante a pie de agua, puedes hasta mojarte los pies si quieres.
El lugar en sí tiene varios restaurantes y unos
cuantos edificios. Un aparcamiento de pago en la parte de arriba. Mucha
vegetación. La entrada del puerto es muy estrecha, pero se puede ir paseando
bordeando el acantilado hasta la playa, atravesando un túnel que lleva a otro túnel
abiertos ambos en la roca para llegar a la base de un cañón entre montañas por
donde correrá un torrente hasta el mar. Cuando sales del segundo túnel bajas
una escalera y estás en el cauce del torrente que forma una playa de guijarros
muy ancha hacia dentro y estrecha en el mar pues la cierran los acantilados del
cañón. Parece un anfiteatro de montañas que terminase en un embudo que es la
playa en sí. Unos barcos, una bañista y bastantes paseantes como nosotros y
ciclistas, por supuesto. Sa Calobra es divina, imposible de explicarla al menos
por mí. Hay que verla.
Texto: Ximena Prieto Álvarez
Fotografías: Miguel Roa Guzmán