21 de julio de 2007 Guilin
Por la mañana nos dimos una vuelta de unas dos horas por el barrio cercano al hotel, las calles paralelas y perpendiculares a la avenida oeste estaban ya llenas de gente, comiendo en la calle, cocinando en la calle, por cierto hacían unos churros idénticos a los nuestros, comprando en la calle, los mecánicos de los talleres de bicicletas arreglando las bicis en la calle. Algunos edificios en estado lamentable, pero lamentable. Vimos pollos en la calle y patos, mujeres que vendían cuatro cosas encima de un trapo… Cuando regresábamos al hotel al pasar una pasarela para atravesar la calle salieron de un restaurante unos 18 camareros y camareras, se colocaron en dos filas delante de la puerta y entonces salió alguien que sería el jefe y empezó a soltarles una arenga, estuvo un rato hablándoles y al final ellos gritaron una consigna al unísono, dieron seis aplausos y se fueron para dentro.
También vi una escena bastante surrealista: Una madre deja en el suelo de la acera a su niño, que tiene una rajita en el pantalón para poder hacer caca, entonces se agacha y la hace en la acera, luego la madre la tapa delicadamente con un pañuelo de papel y sigue como si nada.
A las 12 salimos en vuelo para Guilin, cuando empezamos a descender el paisaje era maravilloso, pensar que lo he explicado tantas veces y ahora lo veo es emocionante, desde el aire los campos de arroz se ven como piezas de un puzzle, con sus formas caprichosas y de colores distintos según la fase en que esté el arroz, van desde el verde al amarillo, hay zonas con terrazas y acequias. Veo montañitas de pequeño tamaño todas arboladas, aquí es donde la laurisilva alcanza desarrollo, dicen que hay cientos de especies de laurel y las aldeas son pequeñas y de tejados negros a dos aguas, un río serpentea por entre los campos de arroz, los búfalos de agua están dentro del río. Ahora es época de cosecha de arroz, creo que en agosto y por eso los colores son tan bonitos, porque hay parcelas con el arroz ya amarillo otras a medio camino y otras donde han sembrado ya los plantones para la próxima cosecha que será en marzo y están verdes.
Esta provincia es limítrofe con la provincia de Cantón y dicen que en toda esta zona es donde se come mejor de China, cocinan todo lo que se mueve y donde hacen el licor de serpiente. Los cantoneses tienen un plato que se llama dragón y tigre que es serpiente y gato, hay 8 escuelas de cocina china, la más famosa es la de Cantón. Guilin tiene unos 600.000 habitantes, para los chinos es un pueblo.
En el aeropuerto nos recoge la guía local que se llama Cristina, por la ventana del autobús veo pinos y laureles. Guilin pertenece a la provincia de Luang Xi donde hay 11 minorías étnicas. Pasamos de largo por la ciudad y al pasar nos damos cuenta de que tiene 4 lagos, todos comunicados con dos pagodas en uno de ellos, la del sol y la de la luna, muchos puentes y al fondo las montañitas con esas formas tan caprichosas.
Una hora después llegamos a la cueva cárstica llamada De la Flauta de Caña, tiene 750.000 años de antigüedad, en la dinastía Tang ya era conocida y fue refugio para los campesinos durante la guerra chino-japonesa.
A la puerta nos esperan una multitud de mujeres que nos intentan vender unas pequeñas flautas hechas de caña, libros de la cueva, gorras y todo tipo de cosas, en la cueva se estaba muy bien, aunque era muy húmeda, pero la temperatura era agradable, curiosamente las personas que controlaban la entrada y el interior se calentaban delante de una estufa. La cueva es amplia, con innumerables salas a distinta altura y todo tipo de formas cársticas, estalactitas, estalagmitas, colas de caballo, simas, pequeños charcos en los que se reflejaba el techo, en fin, todo mágico.
Vamos a cenar, yo ya no me encuentro muy bien, no se si será por la comida del avión, me parece que esta noche pasaré de visita nocturna, porque estoy peor por momentos.
El hotel se llama Waterfall, y dentro de un rato caerá una auténtica waterfall por la fachada, o sea una cascada de agua, todos los días a las ocho y media de la tarde, aquí de la noche, entonces nos vamos a la plaza delante del hotel y vemos el espectáculo del agua cayendo por las ventanas, incluida la de nuestra habitación, la plaza está llena de gente, diez minutos más tarde se acaba y nos vamos al hotel.
Guilin 22 de julio de 2007
Me levanto mal, espero poder aguantar, hoy es el día del crucero por el río Li, hay mucha gente fastidiada, y es que el calor por un lado y la comida por otro han hecho estragos en nosotros.
Vamos en autobús al embarcadero. A lo largo del recorrido por el río, hay unos determinados lugares que se conocen como “la mujer está esperando a su marido”, ”la corona”, “pierna de cordero”, ”los nueve caballos” y muchas más. Antes de subirnos al barco vemos zonas con pequeñas parcelas de cultivos de huerta como judías verdes, tomates, maíz y patatas.
Ya estamos a bordo y como en una segunda fila voy viendo montañas a uno y otro lado que forman siluetas caprichosas, voy a intentar colocarlas aquí.
En la misma orilla hay bosques de ribera y áreas llanas anegadas por el río. A la izquierda se ve una pared de caliza vertical y a la derecha playas de guijarros. El río Li no es especialmente ancho, pero parece muy caudaloso. Vamos en la misma dirección de la corriente, en la orilla hay un faro pequeñito sobre una playa y búfalos de agua pastando en la orilla, de vez en cuando se estrecha mucho formando una garganta y cuevas en pequeñas oquedades, e islotes en medio del río. La vegetación es muy espesa y en los acantilados se perciben las diaclasas horizontales y verticales. Ahora entramos en una parte donde desaparecen los acantilados y volvemos a las formas caprichosas de las montañas.
Es un paisaje como de cuento de hadas, o cuento oriental, no parece real, es un paisaje encantado. En las márgenes he visto otro faro y algunos poblados y gran variedad de arbolado, hay gente lavando ropa en el río y sampanes amarrados en las orillas, cada poblado tiene unas escalerillas para bajar al río.
Comemos en el barco y por la tarde llegamos a Yang Shuo, donde nos quedamos para ver un poblado de campesinos y unos arrozales. Yang Shuo tiene una calle pendiente desde el río, abarrotada de tiendas y puestos a ambos lados, la guía nos lleva a donde están unos pequeños cochecitos de seis ocupantes a los que queremos hacer la visita de la casa de campesinos y los campos de arroz.
La casa de campesinos es de unos descendientes de un general de la dinastía Qing, tiene tres enormes puertas antes del salón, de buena madera porque nunca ha visto el barniz en su vida, ni la pintura, ni el más mínimo cuidado, tienen unas celosías labradas preciosas, tejados con alero, un patio con pozo y mecanismo de rueda para sacar agua.
En el salón hay una foto enorme de Mao, los dueños se sientan a uno y otro lado del televisor, que junto con un ventilador es lo único contemporáneo que hay en la casa, el matrimonio es mayor y tienen un hijo. A los lados y pegados a la pared uno a cada lado hay dos bancos donde nos invitan a sentarnos y nos dan unas frutas mezcla entre las uvas y las ciruelas.
Vemos los dormitorios que sólo tienen la cama sin colchón, una tabla y dosel, tienen las cosas tiradas en un lado y no he visto armarios ni nada parecido, el suelo es de tierra. La anciana nos enseña muy orgullosa unos ataúdes que tiene en un sitio que podía ser una cuadra, y está llena de aperos, los ataúdes son para ella y su marido, dice que se los ha comprado su hijo y ya es el segundo que les compra, el primero fue a los 60 años, creo, significa que les desea una larga vida y felicidad. La campesina nos enseña un molino de soja y como saca leche de soja, todo rudimentario, el hijo levanta en el patio para nosotros como una exhibición unas piedras de 15 kilos y de 20, incluso mueve una de 180 kilos.
Después Cristina nos lleva a un sitio paradisíaco en el río, a otra aldea para ver campos de arroz, unos ya secando el arroz en gavillas en zona seca, otros todavía en el agua de color amarillo y otros verdes, que son plantones para la próxima cosecha. Las parcelas son pequeñísimas y hay caminos de tierra dura entre ellos. Desde ahí vamos a un lugar del río en la misma aldea, pero es como el paraíso, el río con el agua muy limpia, las montañitas alrededor, unos niños bañándose, las balsas de bambú amarradas en la orilla, el color dominante es el verde en distintos tonos.
Más tarde volviendo a Guilin nos llevan a ver perlas del mar de la China meridional para que se nos pongan los dientes largos, de hecho, me pruebo uno de 1.000.000 de las antiguas pesetas (6.000 €), precioso, claro.
Luego al hotel. Salimos a cenar y antes estábamos viendo la cascada de nuestro hotel y empezó una tormenta bestial así que se paró el espectáculo y salimos corriendo a un restaurante allí al lado, nos pusieron unos pimientos picantísimos y otras dos cosas que estaban bien y luego nos fuimos a pasear por los lagos, en los jardines todo estaba iluminado incluso los árboles, con luces de colores, las pagodas también y el puente de cristal es sorprendente, todo de cristal, entero. Cuando pasan los barcos saltan unos surtidores dentro del lago. Como ha llovido la temperatura es más fresca, pero cuando íbamos llegando al final del paseo empezaron a apagar las luces y tuvimos que salir por pies e irnos al hotel.
Textos Ximena Prieto Álvarez
Fotografías MIguel Roa Guzmán (excepto 10 de Rafael Roa Guzmán)
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