domingo, 26 de julio de 2020

Turquía (II) Estambul



28 de Julio 1998 Estambul

Antes de las 9 estamos desayunando en la terraza del hotel y nos despedimos de Pilar y nos hicimos unas fotos desde la terraza con gaviota incluida posando. Antes de las 10 estábamos esperando en el hall del hotel porque la visita era a las 10 pero no apareció nadie. Miguel llamó a la agencia y nos lo "solucionaron" diciendo que nos recogerían a la 1,30. Nos encontramos con Víctor y José Antonio, nos despedimos de ellos y nos fuimos por nuestra cuenta al Gran Bazar.












El Gran Bazar es algo inimaginable, en tamaño, en arquitectura, en artículos…Todo el espacio está cubierto con bóvedas decoradas de colores vivos, las calles forman una trama ordenada, hay 4000 tiendas, solo joyerías debe de haber más de 500. Muchos vendedores hablan español y preguntan de donde eres, te ofrecen cosas y te hablan de futbol, unos son del Barça y otros del Madrid.

Miguel regatea bien, se empieza por ofrecer la mitad de lo que te pide y al final se queda en un poco más de la mitad, por ejemplo, te piden 8 millones de liras turcas (esto es normal, la lira turca no vale nada, nada, nada, 1 millón son 600 pesetas), entonces le dices que 4 millones y te lo llevas por 4 millones y medio. Después de regatear un rato si te pones duro y te vas, a veces lo consigues por menos, pero no siempre, evidentemente ellos no pierden nunca.

Los dos últimos carretes del viaje son en blanco y negro, los había comprado así porque tenía unas fotos de Estambul de los años 40 en blanco y negro que me encantaban y quería hacerlas así. Aquí pongo en pequeño algunas de esas fotos antiguas, el resto de blanco y negro son las mías.


























Salimos del Gran Bazar y nos fuimos a la Suleymania, la mezquita de Suleimán, allí había dos niños pequeños vendiendo pañuelos de papel. Miguel les dio dinero para que se lo repartieran, pero el mayor no quiso darle al pequeño, y éste lloriqueaba mientras nos perseguía y no paraba de insistir, al final dijo: ¿Caramelo? Miguel llevaba en la bolsa una chocolatina de las del avión, se la dio y se fue contento.

Por la calle nos comimos una hamburguesa al estilo turco, hacía calor húmedo, muy pegajoso, no llegaba a 37ºC, pero en Anatolia central se llevaba mucho mejor porque es seco, aquí no.




















A la una y media regresamos al hotel a esperar a la guía que era argentina y nos llevó a Santa Sofía. En el interior Santa Sofía da un poco de pena porque está descuidada, hay muy pocos mosaicos originales destapados porque los turcos los taparon con estuco de gran grosor y no es fácil levantarlo ahora. Se pueden ver el de la emperatriz Irene y Alejo Comneno y en el nártex el de Justiniano. La puerta de entrada es la misma que tenían las dos basílicas anteriores a esta y que estaban en el mismo lugar, la de Constantino y la de Teodosio, las dos del siglo IV. A Santa Sofía le sobran los alminares, por dentro el mihrab está desplazado hacia la derecha en el ábside por lo de la orientación a la Meca. También le sobran los púlpitos, la macsura y las tribunas para las mujeres. Pasa como con la mezquita de Córdoba, pero al revés, en Córdoba lo que sobra es la Catedral a mi modo de ver.

En uno de los pilares laterales cerca de la entrada hay un agujero y la tradición dice que un día Justiniano tenía un fuerte dolor de cabeza y pensó: ¡Ojalá me pasara! apoyando la cabeza en el pilar y al rato se le pasó. Ahora, si metes el dedo pulgar en el agujero y consigues darle la vuelta completa con el resto de la mano como si trazaras una circunferencia, se te concede el deseo que hayas pedido. Pablo probó, y lo consiguió, había cola, la guía le dejó que se colara porque todos los turcos lo hacen.

 






















Después nos fuimos a la mezquita Azul, la del sultán Ahmet, de 1600 y no me pareció gran cosa, con todos mis respetos. El mihrab no me gustó, eso sí, los alicatados muy bonitos, en tonos azules, de ahí su nombre, del tipo de Iznik, el otro tipo es el de Kutahya. Los círculos en los que están los nombres de Alá, Mahoma, Abu-Bakr, Omar, Otmán y Alí, más Hassan y Hussein, hijos de Alí son más pequeños que los de Santa Sofía, son de tamaño normal y están en las pechinas de la cúpula central y en los laterales alrededor. La alfombra para rezar en la parte central de la mezquita delante del mihrab está subdividida por el dibujo que forma en pequeños rectángulos, uno para cada hombre que reza.

Como en todas, las mujeres rezan en una zona superior, apartadas. Si hay muchos fieles se utiliza todo el espacio. Una enorme lámpara cuelga del techo y queda a la altura del suelo, esta lámpara era de aceite, ahora tiene bombillas, pero la dejan en su posición tradicional, muy baja. Hay una historisa divertida respecto al número de alminares que tiene que son seis, porque cuando el sultán Ahmet la encargó a un arquitecto discípulo de Sinán, el que hizo la de Suleimán, le dijo que quería que tuviese dos minaretes de oro, el arquitecto no se atrevió a oponerse al sultán, pero en su casa pensó que no podría hacerlo, sin embargo se dio cuenta de que en turco las palabras "oro" y "seis" se pronuncian casi igual, oro es altén y seis es alté, así que cambió los dos alminares de oro por seis alminares y le dijo al sultán que había entendido seis. Como la mezquita de La Meca tenía seis tuvieron que añadirle uno más a la de la Meca. Por dentro la Suleymania es más bonita que esta, el maestro es el maestro. Prefiero las de Jerusalén o la de Córdoba.

El sistema de quitarse los zapatos aquí es distinto: A la entrada hay unas bolsas de plástico donde metes tus zapatos y te llevas la bolsa durante la visita, a la salida te pones los zapatos y tiras la bolsa. En vez de darte una falda larga aquí te dan un delantal si llevas falda corta y un pañuelo grande si vas escotada.












Salimos de la mezquita Azul y enfrente está la plaza del sultán Ahmet, lugar donde estaba el hipódromo de Justiniano, queda la forma y cuatro monumentos: La columna de Teodosio que es un obelisco egipcio trasladado a Constantinopla por Teodosio en el 390; la columna serpentina del templo de Apolo en Delfos que tenía el trípode que está en el museo de Delfos, y el obelisco de Constantino VII del siglo X que está desprovisto de placas de bronce porque los cruzados se las quitaron en 1204. Este obelisco se conoce como el obelisco amurallado, cerca hay un templete con fuente con mosaicos tipo bizantino que regaló el Kaiser Guillermo I a la ciudad. Del hipódromo quedan basamentos de las gradas, pero no se ven porque encima hay un edificio de la Universidad de Estambul, en los frentes más largos están la Mezquita Azul y el Palacio del sultán Ibrahim Bajá construido en 1521 que ahora es un museo. Cerca está la cisterna romana, enorme y el museo arqueológico.








La guía nos acompañó un rato camino del Bazar Egipcio o de las Especies, que se conoce por esos dos nombres, nos despedimos y bajamos una calle hasta encontrarnos el mar y enseguida el Bazar de las Especies. Tiene cuatro calles cubiertas y se extiende por la calle. Hay miles de puestos de especies, té, frutos secos, caviar iraní falso y auténtico, delicias turcas, afrodisias, sobre el afrodisias un vendedor nos dijo en perfecto español que era mejor que la viagra y otras cosas que no cuento por ser un poco subiditas de tono. Había puestos con carteles en español, con fotos de España y la frase "bueno, bonito y barato". Miguel regateó un poco, nos dimos una vuelta y salimos para el Bósforo. El mercado es una orgía de colores, olores y sabores, te dejan probarlo todo.





Atravesamos a pie el puente peatonal de Gálata, la gente pescaba y como cebo usaban gambas, todo el mundo vendía algo, es increíble la de cosas que se venden en Estambul, desde agua a pantalones. En la plaza sultán Ahmet vimos a los célebres aguadores de Estambul que van vestidos a la turca y llevan colgados unos enormes samovares de plata donde hay agua o refresco de cerezas, lo venden por vasos, si quieres hacerles fotos tienes que comprar agua o zumo de cereza. Los aguadores del puente de Gálata llevaban unos recipientes de plástico con hielo abajo y el agua arriba. 






Desde el puente se ve el Cuerno de Oro, impresionante, enfrente de nosotros al otro lado del puente y en el lado de Europa está la torre Gálata, en alto, porque el barrio de Gálata está en una colina. Una de las colinas más bonitas es la del Palacio Topkapi, un inmenso bosque amurallado sobre el mar de Mármara, se ve desde la ventana de nuestro dormitorio también. Damos la vuelta, hacemos fotos al Cuerno de Oro y nos fuimos al embarcadero de Eminönü para dar un paseo por el Bósforo. Un chico nos ofreció un paseo por el Bósforo de hora y media por dos millones de liras turcas, Pablo no pagaba. Nos pareció bien y nos subimos. No zarpamos hasta que se llenó por completo el barco, mientras tanto disfrutábamos de la vista y escuchábamos a un ciego cantando y a un hombre que vendía pescado asado, este no cantaba, pero sí pregonaba su mercancía. De fondo se oía una palabra repetida a gritos por todo el muelle en boca de los chavales que buscaban clientes: ¡Bósforo, Bósforo, Bósforo!

El paseo fue precioso, el barco se movía mucho sobre todo cuando se acercaban barcos grandes, pero no pasó nada, bueno, sí, una pareja se empapó por completo, pero fue culpa suya en parte. Fuimos bordeando la orilla izquierda primero viendo el Cuerno de oro y después la colina del Topkapi, luego el Palacio Dolmabahçe, una maravilla estilo renacimiento turco. Para el que conozca Venecia la situación es parecida a la de la laguna al salir del Gran Canal. Pasamos por delante de hoteles y restaurantes con terrazas y varios palacios más. Tanto en una orilla como en otra se ve vegetación, la tarde estupenda y en el mar corría brisa, no se podía pedir más.
















































Antes de pasar debajo del primer puente llamado del Bósforo hay unos muelles donde se estaban bañando unos chavales, uno de ellos se agarró a la motora y lo fuimos remolcando un rato. Justo antes del puente hay una hermosísima mezquita, pequeñita, como de juguete, la mezquita de Ortaköy V.

Pasamos el puente y continuamos por la misma orilla izquierda hasta casi el segundo puente, donde el Bósforo se estrecha un poco, y viramos para acercarnos a la otra orilla, la de Asia. Esta orilla es sorprendente, toda ella es un muelle continuo, los jardines de las casas tienen embarcadero propio y escaleras para bañarse. Las casas son de ensueño, de madera, tipo turco, aunque para mí eran tipo eslavo, entonces me dí cuenta de que el origen era turco en todos los países eslavos. ¡Qué maravilla! Aquí la carretera va por arriba. Son barrios de plano desordenado tipo musulmán, ¡qué pena no poder ir a Uskudar! Uskudar se llama a esta zona asiática que está en el extremo, entre el Bósforo y el Mar de Mármara, enfrente de la torre Gálata. A esta altura hay un faro en el mar y un tráfico tremendo.














De vuelta en el muelle cogimos un tranvía a plaza Sultanahmet y allí mismo cenamos, en la avenida Divan Yolu donde hay muchos restaurantes, también en el barrio Taksim en el lado donde está la torre Gálata hay buenos restaurantes de pescado como El Paisaje de las Flores, Ginek Pasaji. El Vitamin donde cenamos nosotros está bien, hay como un bufet abajo y tu le dices al cocinero lo que quieres y te lo llevan a la mesa.









Estambul es una ciudad enloquecida y enloquecedora. Nos dijo la guía de la mañana que todos los días entran unas 25.000 personas que intentan encontrar un sitio donde vivir mejor. Algo parecido ocurre en Ankara y en Esmirna y el resultado es un caos urbanístico, pero Estambul es tan especial que puede con todo.

He visto vender de todo en las calles, el que no tiene nada para vender se lleva la báscula del baño de su casa y por una moneda te pesa lo que quieras. Todos venden y nadie pide. Hay mucha gente ociosa en las plazas y en los parques, en corros, hablando, la mayoría hombres. Aquí hay más hombres que mujeres en la calle y ninguna con aspecto de ejecutiva como en Esmirna.

Me gustaría volver otra vez al hotel Arcadia y si es posible al mismo piso donde estuvimos, el 7º. Ah, ¡id pronto a Estambul!  porque puede perder su encanto cuando "el progreso y la civilización occidental y la globalización" se adueñen de ella.


Es hora de despedirnos y ajustar cuentas:





Verano de 1998  1.000.000 liras turcas = 600 pesetas  =  3,6 €
1 € = 166,386 pesetas

Textos Ximena Prieto Álvarez

Fotografías Miguel Roa Guzmán  Ximena Prieto Álvarez

Se añaden las imágenes de algunos folletos y de tarjetas postales.

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