jueves, 2 de julio de 2020

Verano de 85 (V) Pompeya (Italia), Olimpia, MIcenas y Epidauros (Grecia)



8 de Julio 1985hacia el sur. Pompeya  200 Km

Nos despedimos de Roma con el plan de llegar a Pompeya y tomamos la autopista del sur. Enseguida comprobamos como conducen los napolitanos. El paisaje del Lacio es muy suave, pero al entrar en Catania se hace abrupto, en Herculano nos enteramos de que las ruinas cerraban el lunes, así que decidimos quedarnos por allí hasta el día siguiente para ver Pompeya.

La gente del sur es igual que en las películas, gorda, habladora, gritona y con aspecto de pertenecer a la mafia o a la Camorra, hablan un dialecto incomprensible, salvo el hecho de que algunas palabras son españolas y otras las pronuncian casi en español como el caso de grazie. Me ha salido una opinión muy tópica, está claro que todo el mundo no es así, pero al primer vistazo lo parece, es cierto que son muy amables también.

Por la costa la circulación era muy densa, las playas todas repletas, con grava y piedras. Por fin conseguimos llegar a Vico Equense, un pueblecito que guarda recuerdos de Tiberio, está enfrente de Capri.

En Herculano fuimos testigos de un accidente muy gracioso entre unos chorizos en moto y un señor en un Fiat 127, los chorizos iban como locos sorteando coches y en un viraje se empotraron en el Fiat, pero tal como se empotraron se desempotraron y se largaron, el señor, que era mayor, se bajó del coche y ya habían desaparecido, el pobre hombre se quedó estupefacto.

Poco después pasó un entierro, todos de luto riguroso y llorando a moco tendido. Había esquelas de tamaño gigantesco recordando a un tal Genaro, que ponían: “Al loro caro Genaro, la sua mamma, sorella y fratello”. Todo esto rodeado de una guirnalda negra.

El camping de Vico Equense era un naranjal, algo así como el de la primavera de Botticelli, por la tarde nos fuimos a una playa malísima, donde presenciamos una pelea en la que no llegaron a las manos, sólo gesticulaban y se insultaban.


9 de Julio 1985 Pompeya Brindisi .380 Km


La ciudad antigua es preciosa, tiene de todo, desde pasos de peatones hasta lupanares, tiendas, tabernas, casas de ricos y de pobres, un Cardus y un Decumanus larguísimos, el foro, templos… el de Apolo el mejor. Letreros de CAVE CANEM en las puertas de las casas y un guardian, de entre 50 que habrá muy cachondo, un viejo verde simpático que nos llamó y nos enseñó algo que no podía, la cocina de una casa, con su molino de piedra y la sauna. Sus explicaciones eran muy graciosas y sus toqueteos a mí muy hábiles, yo me escurría, pero no me servía de nada. Nos hizo una foto a Miguel y a mí juntos y quería que nos besáramos y después se hizo una foto con la “signora”, o sea, conmigo, agarrándome por detrás y con su gorra puesta. A Miguel le recomendó que me llevara a ver las pinturas eróticas de la casa Vettii, y sí las vimos, muy curiosas, la casa más bonita junto con la del Fauna y la Vettiii es la de Salustio.

Los dos teatros son encantadores, el anfiteatro inmenso y la palestra también, las pinturas se conservan bien y falta por excavar gran parte de la ciudad todavía. Comimos en una pizzeria decorada muy mona dos pizzas estupendas y bordeando el Vesubio salimos hacia el sureste rumbo a Brindisi para coger el barco a Grecia.















































Atravesamos la basilicata por Potenza y enseguida estábamos en la Apulia con unas playas preciosas, largas y arenosas sin acantilados, la más bonita es el Lido de Metaponto, que todavía pertenece a Basilicata. Pasamos por Tarento, los italianos dicen Taranto, y a las 6 de la tarde llegamos a Brindisi. Tuvimos suerte porque nos dio tiempo a atravesar la península por el cuello de la bota, y del metaponto, que está en el mar Jónico salimos al Adiático.

En Brindisi compramos los pasajes para el barco hasta Patras, en el Peloponeso. Un camarote estupendo y embarcamos en el Castalia, que tenía piscina, self service, tiendas y todos los servicios necesarios, la tripulación era italiana y griega, la compañía naviera es la Adiátrica que es griega. 300 km de travesía tranquila, desde las 8 de la tarde a la una del mediodía, hora griega, (una hora más). Amaneciendo pasamos por delante de Ítaca y de Corfú y también por las costas de Albania.









En Patras ya era el día 10 de Julio y estábamos en Grecia.




10 de Julio 1985 Patras- Olimpia. 120 Km

Las carreteras griegas son peores que las nuestras, pero están poco transitadas y además conducen con gran cortesía, si ven que vas más rápido, se apartan al arcén y sin problemas adelantas. Hemos notado que el nivel de vida es más bajo que en España, la gente se parece a la nuestra, son sabios por naturaleza, amables, rápidos de reflejos y hospitalarios. El paisaje es precioso, verde de olivos y cipreses y azul intenso de mar. El Peloponeso es una maravilla, el mar está en todas partes, las casas son bajitas, en las carreteras hay ermitas diminutas dedicadas a los que han muerto con aceite para velas, fotos y oraciones. A menudo aparecen aldeas pequeñitas y a la entrada y salida las campesinas nos ofrecen ajos, cebollas, pimientos, pasas etc., lo ofrecen de una forma natural, con dignidad, ni te exigen ni te intentan provocar lástima, sólo ofrecen sus productos. En los pueblos los viejos están sentados en las puertas de las tabernas tomando “ouzo” de aperitivo.




Llegamos a Olimpia a las tres de la tarde, el calor era tremendo, las cigarras en concierto, amenazaban con dejarnos sordos.

Olimpia es una llanura de olivos y cipreses, con suaves ondulaciones, hay un no se qué de serenidad y de paz que no tiene ningún otro sitio. El pueblo es nuevo y muy cerca están las ruinas del santuario de Zeus, al lado de las ruinas está el camping Diana, donde dormimos esa noche, rodeados de franceses maleducados, alemanes gordos y correctos y algún inglés que otro. Esperamos la mañana con impaciencia y muy temprano…

11 de Julio de 1985 Olimpia- Micenas- Epidauros. 275 Km

¡por fin estábamos en el recinto sagrado! Donde se mezclaban varias sensaciones y sentimientos: emoción por estar allí, allí, tristeza por pensar que hubo un hombre que ordenó a otros hombres que destruyeran cada piedra de Olimpia, paz porque allí se respira a pulmón, y respeto, un infinito respeto. Las columnas de Zeus Olímpico nos observaban y unas voces en español nos sorprendieron.




El estadio es inenarrable, su tamaño hace que te pierdas en él, la palestra está bastante conservada y el Museo tiene una de mis debilidades: El Hermes de Praxíteles, aún lo recuerdo con emoción, su situación es perfecta, en una sala que sólo lo acoge a él, sin adornos, las paredes blancas… y el Hermes.


























En Olimpia cambiamos cheques y proseguimos rumbo a Micenas por una carretera con curvas bordeando montañas verdes, pinos, cipreses, matorrales, artesanía de madera en los pueblos y tapices. Paramos a comer en un bar de carretera y se nos reservaba una gran sorpresa, el dueño nos indicó que pasáramos a la cocina y fue levantando ollas, enseñándonos y explicándonos por señas cada plato, comimos ensalada griega con los trozos de queso de cabra encima, tomates, pepino, cebolla, aceitunas negras y albahaca, cabrito con patatas en una salsa roja picante buenísima y un vino de la casa riquísimo, de tono rosado con un sabor a resina muy particular, era el vino retsina. El precio muy asequible.



Unos km más allá el mar y al fondo Argos, lo atravesamos hacia Micenas con un calor aplastante. El paisaje aquí árido, con montañas calizas peladas de vegetación y una gran altiplanicie donde se adivinaba Micenas. La fortaleza es como un coloso en la gran meseta. Entramos por la Puerta de los Leones subiendo una calzada de piedras ciclópeas y flanqueada por un corredor. Traspasamos la puerta y bajamos hacia el megarón o palacio, la vista de la llanura es impresionante.













Desde Micenas al Tholos de Atreo, hay 1 o 2 km, el tholos está perfectamente conservado, es muy emocionante pensar en la energía que está escondida en esas piedras y los secretos que guardan. ¡Micenas es inolvidable! 

De Micenas, sigue el calor, a Epidauros, ahora el paisaje hacia el mar se hace más suave, con bosques de pinos, cipreses, el mar Egeo profundo azul, con una temperatura que comprobaríamos esa misma noche bañándonos a las 9 en la playa del camping de Epidauros. La antigua ciudad o Palea Epidauros es típicamente mediterránea: casas blancas, cúbicas, flores, animales y niños jugando, campesinas de negro, ciudad blanca y azul. Arjaia Epidauros es lo que los griegos denominan como zona de restos arqueológicos, allí nos dirigimos y tuvimos la inmensa suerte de disfrutar la mole mágica del teatro más perfecto del mundo. Al margen de las dimensiones, el sitio donde se construyó es poético al máximo, las gradas se empotran en la ladera de una colina arbolada, alrededor las cigarras con su concierto, árboles frutales y restos de la ciudad que están excavando. Las ruinas son emocionantes y en el museo vi unos frisos perfectos, unos capiteles que parecían cincelados por los dioses, en Epidauros comprendimos por qué Grecia es el alma de Europa y de la belleza y por qué nunca pasará.












Por una senda estrecha entre frutales probamos unas peras que llenaban los árboles y parecían puestas a propósito para los visitantes. Entre el sitio arqueológico y el camping paramos en la carretera a comprar cerámica, una chica encantadora nos atendió en francés y prometió aprender español para una próxima visita.

El camping en el pueblo de pescadores estaba al borde del agua, los naranjos formaban líneas entre las que colocamos la tienda, la amabilidad y la cortesía natural con que nos trataron no se nos olvidará, el baño en el mar y la cena tampoco.



Con mucha pena, al día siguiente atacamos otra etapa hacia Corinto.


...continuará.

Textos: Ximena Prieto Álvarez

Fotografías: Ximena Prieto y Miguel Roa.



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