jueves, 2 de julio de 2020

Verano del 85 (VI) Corinto, Atenas y Delfos (Grecia)


12 de Julio de 1985 Corinto-Atenas. 156 Km


Desde Epidauros a Corinto la costa es acantilada y recortada con calas muy pequeñas. En Corinto antigua paseamos por la ciudad, el ágora, los templos de Apolo, el museo, donde hay mucha escultura del periodo tardío, romana, mosaicos, orfebrería, cerámica roja y negra, capiteles corintios magníficos y restos del friso del templo de Zeus.











Desde Corinto al istmo, el recorrido es muy corto, en el canal, que está cortado a cuchillo, muy angosto pero profundo, paramos para fotografiarlo y ver pasar un barco.





Al otro lado del istmo dejamos el Peloponeso para entrar en el Ática rumbo a Atenas. Por el camino aprovechamos una cala diminuta donde se estaba bañando una familia que tenía una casita, para hacer lo mismo, el agua estupenda, clara y transparente. Hacia Atenas el poblamiento es mayor, hay pequeñas casitas a lo largo de la carretera. Al mediodía nos desviamos de El Pireo para entrar en Atenas que, como ciudad, por dentro nos pareció sucia, bastante estropeada, pobre incluso, sin embargo sabíamos que nos esperaban sorpresas como así fue.

Después de dejar las cosas en el camping Athens y montar la tienda esa misma tarde nos dimos una vuelta por el centro que gira en torno a la plaza Sintagma donde hay multitud de bares con terraza llenas de turistas y militares americanos de las bases que tienen un aspecto prepotente y ejercen de ricos con las señoras que se acercan a ellos hablando inglés para venderles de la forma más digna mantelerías y trabajos de ganchillo a mano. 







Después de tomarnos un Nescafé (si pides café te dan un café turco con aguardiente) nos paseamos por el barrio más representativo de la dominación turca que es Plaka, con callejuelas peatonales, iglesias ortodoxas diminutas, tiendas de anticuarios donde compramos una paloma de cerámica, joyerías donde reproducen las joyas clásicas en plata y oro, Miguel me regaló una sortija de plata que es una reproducción del sello de Hefaistos, del templo dedicado a este dios, también compramos una manta, cerámica y postales.




13 de Julio de 1985  Atenas

Nos levantamos muy temprano para ir a la Acrópolis y toda la parte antigua de la ciudad. El camino hasta el monte es precioso, con una cuesta muy pronunciada, en lo alto la montaña brilla blanca y majestuosa rodeada de arbolado. Al pie está el espléndido templo de Hefaistos que a esta hora temprana estaba solitario, dándole los primeros rayos de sol, imponía y te obligaba a quedarte allí sin parar de mirarlo.













Templo de Hefaistos






Cerca del templo de Zeus y la puerta de Adriano y bordeando el perístilo está la stoa griega, edificio totalmente reconstruido y el Areópago, esta parte griega se conserva bien, no así la romana de la que sólo queda la puerta de Adriano y la biblioteca y restos de la basílica, en la parte griega también se conserva la linterna de Lisícrates y restos del templo de Afrodita.

En la Acrópolis había una multitud de todas las razas y colores, la entrada se hace por los Propíleos, después el templo de Atenea Niké y al otro lado el Erecteion, donde me esperaban las Cariátides, que están en restauración y hay cuatro en el exterior, las restantes están en el Museo. La distancia entre el Erecteion, que mira a la ciudad y el Partenón que ocupa una gran superficie y también se sitúa mirando a la ciudad no es muy grande, a pesar de su terrible destrucción permanece en pie, monumentalmente sencillo, perfecto, los trabajos de restauración permiten pasear alrededor sin interrupción contemplando a la vez la ciudad, El Pireo y el mar, al mismo tiempo fijarse en los frisos y columnas del rey de los templos.

Desde las balaustradas se ve el teatro de Dionisos y el Odeón o auditorio de Hérodes Ático. Enfrente a la Acrópolis la colina de las Musas, su teatro donde se representaban obras de danza y donde hay un monumento romano. En otra dirección se ve el estadio olímpico, el de las primeras olimpiadas modernas.

















































Bajando hacia Plaka entramos en unas cuantas iglesias ortodoxas repletas de iconos, lámparas y pinturas.





Comimos en una taberna llamada La taberna del Plaka, yo un arroz a la griega y Miguel un soulaki, que es como un pincho moruno al que le añaden como guarnición vegetales y arroz, la carne es de cordero, todo acompañado con vino blanco.

Luego nos tomamos un café en la plaza Sintagma y a ver a la guardia griega, los euzonoi o soldados que hacen guardia frente a la tumba del soldado desconocido con sus gorros en redecilla y pompón, su falda plisada y sus zuecos con pompón. Se dejan hacer fotos muy serios, rodeados de palomas y de turistas.



A continuación, al Monastiraki, barrio típico con una calle larguísima llena de tiendas con los objetos colgados al exterior.

Esa mañana hicimos amistad con un joyero al que le compramos unos recuerdos para regalar y que, en un español correctísimo nos contó que hablaba siete idiomas: griego, turco, alemán, francés, inglés, italiano y español y nos aconsejó no ir a Yugoslavia por varios motivos: carreteras espantosas, camioneros asesinos, mala gente. ¡Cuánto me acordé de él en Yugoslavia!

También hablamos en español con el dependiente de una tienda que nos dijo el precio de un ánfora en más de 20 idiomas y al que no pudimos darle un billete español para su colección porque sólo teníamos de 5000 pesetas.

En fin, en Atenas fuimos felices, pero el viaje tenía que continuar y al día siguiente proseguimos hacia Delfos.


14 de Julio de 1985 Hacia Delfos. 188 Km


La carretera hacia Delfos desde Atenas pasa por sitios como Dafni, Eleusis, la ciudad de los Misterios, la Tebas de Edipo, en una llanura de regadío ocre y verde, llanura de Platea y Livaida. A partir de aquí el camino de alta montaña que lleva a Delfos: abetos, estación de ski, montañas abruptas con pueblos pequeños a lo largo de la carretera, tiendas de alfombras de lana y tapices.

Delfos está escondido entre las montañas, y tiene como fondo el mar y un valle que se ensancha al llegar a él, todo lo contrario que Olimpia donde la armonía y la paz lo hacen todo. En Delfos algo se revuelve dentro, podría uno entrar en trance, lo misterioso es primordial en Delfos.

Las ruinas son impresionantes, el santuario de Apolo, el teatro de apolo, el lugar donde vivía la Pitia, la stoa de los atenienses, donde se hospedaban los atenienses que participaban en los juegos. El estadio está en la parte más alta, hay que trepar por una senda estrechísima entre árboles y rocas hasta lo alto, se conserva muy bien.














El museo guarda muchos de los tesoros como máscaras de oro, un caballo de oro, varias joyas, mosaicos y cerámica, un ómphalos, piedra grande de forma semiesférica con inscripciones porque se creía que Delfos era el centro de la Tierra.



A la entrada está la escultura de la Pitia alada, varios frisos, cornisas y en la sala interior el Auriga, emocionante por su perfección, y un poco más lejos Antinoo, efebo del que se enamoró el emperador Adriano y que se suicidó ahogándose.

El vigilante de la sala del Auriga se dio cuenta de que unos turistas que se fotografiaban delante de la obra no me permitían verla, entonces, delicadamente les pidió que dejasen las fotos y cuando salieron me hizo una seña para que me sentara en su silla y lo contemplara a mis anchas. Todo un detalle.














En el pueblo entramos en un restaurante donde hablaban español, el camarero nos preguntó de dónde veníamos y al decirle de Granada comentó: Granada, Federico García Lorca. Cuando nos íbamos nos despidió con un ¡Adiós amigos!

Compramos ouzo y vino retsina en el camping, que tenía una vista maravillosa sobre el mar.

Por la tarde, después de montar la tienda bajamos a un pueblecito llamado Itea, al borde del mar, en la playa nos bañamos, el agua muy buena como siempre en el Egeo. También vimos un pope, al que disimuladamente Miguel le hizo una foto.



Por la noche mientras cenábamos fuimos testigos de una increíble puesta de sol, la cena estupenda, con Tzatziki, de postre compramos fruta y un dulce de nueces.





...continuará.

Textos: Ximena Prieto Álvarez

Fotografías: Ximena Prieto y Miguel Roa.


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