miércoles, 11 de noviembre de 2020

Sicilia 2001 (I)


 Barbate - Julio 2001 A.D.

Cuando vuelvo de un viaje, una vez que he descansado en mi cama, he vuelto a paisajes habituales y oír mi lengua, siempre tengo la misma sensación: la de una buena comida cuando llegas del trabajo una mañana de invierno con el estómago rugiente, !qué satisfacción¡ y justo después reflexionar sobre lo que has visto y vivido en estos días y te das cuenta de que aquellos lugares que eran un nombre, ahora son imágenes claras y precisas y esos lugares de repente cobran vida y se incorporan de alguna manera y para siempre a tus recuerdos.






Mi viaje de este verano ha sido a Sicilia, esta isla que va unida inexorablemente a la fatídica palabra “mafia”, y que merece una oportunidad obviando el tópico. Sicilia forma parte de Italia, aunque creo que es bastante "ella misma”, mediterránea, es a la vez árida y fértil, es Grecia y Roma, y también árabe y púnica, aragonesa y catalana, borbónica, normanda y antifrancesa, es profunda y caótica, sabia y agresiva, y tengo la impresión que inconmovible en el tiempo, como indiferente e impasible.

Una isla que merece la pena recorrer y patear una segunda vez, a tu aire, mejor que en un circuito turístico, cuando ya sabes que es lo que quieres paladear y que es lo que dejarías de lado. En fin, estas páginas son como siempre una visión individual, mediatizada y subjetiva de lo que he visto y vivido, a mi manera.


8-07-2001

Salimos de Jerez temprano y después de tres vuelos aterrizamos en Catania, a las 9 y media. De la noche, el último tramo fue accidentado, ya que cogimos el avión por los pelos en el aeropuerto de Milán, tan por los pelos que a nuestra maleta no le dio tiempo a ser desembarcada y vuelta a embarcar, así que se quedó en Milán dos días más.

El hotel no estaba en Catania, sino en un pueblo cercano, llamado Acireale, a los pies del Etna, entre el volcán y el mar, en la llanura de Catania, una tierra volcánica, de basalto negro que contrasta con la cantidad de vegetación (pinos, limoneros, naranjos, olivos, viñas...) El hotel es pequeño y confortable, se llama Grand Albergo Maugeri, en la plaza Garibaldi. Esta noche no cenamos, estábamos muy cansados y nos fuimos a la cama porque el lunes madrugábamos.






9-07-2001

Desde Catania subimos al Etna, el grupo es numeroso, 52 personas, entre los que hicimos amistad con dos amigas colegas de profesión y otras dos amigas jubiladas, encantadoras las cuatro, también nos relacionamos bastante con un matrimonio de Livorno (Pisa) (había seis italianos en el grupo) y un grupo de chicos y chicas catalanes, así como una familia de Bilbao, también un matrimonio de gallega y asturiano que viven en Madrid.

La guía se llama Anna y por primera vez no estaba a la altura de las circunstancias, era amable lo justo, educada sin llegar al suficiente, con escaso tacto y ninguna sensibilidad para el trato con la gente, mucho más simpático el chofer Pipo.

Durante la ascensión al Etna la vegetación es espesa, hay pinos, cedros, castaños, y en la cima no hay apenas, en los 2000 metros retama de flores amarillas en magnífico contraste con el basalto negro.
































Observamos que el volcán tiene infinidad de cráteres, dicen que unos 400, los de color oscuro son recientes y los más claros, antiguos, porque el basalto pierde color con el tiempo. Se ve la costa desde arriba. Las explosiones recientes dejan carreteras de lava que se parecen a los “mal países” de Lanzarote, hay casas que están tapadas por la lava, de la cima sale una constante fumarola que hoy es de color claro, paseando por la zona de los 2000 m. nos metimos en varios cráteres (no activos) recogimos algunas rocas pequeñas, claro, nos tomamos un café, compramos postales, hicimos fotos, la ladera en la que estábamos no es la que suele erupcionar, aunque aquí nos dicen que las fisuras las puede hacer en cualquier ladera (días después la lava destruyó la mitad de esta estación de esquí en donde estábamos, ardiendo las casetas de madera donde compramos las postales y tragándose el restaurante de más abajo).



















Las erupciones suelen destruir Catania que se ha reconstruido unas 150 veces !qué paciencia tienen los cateneses! y que fe en Santa Agata (Agueda) para seguir viviendo al pie de esta mole enfadada, sin embargo es comprensible por su espectacularidad.

Dejamos el Etna antes de comer y por la tarde nos vamos a Taormina, la famosa, la de los festivales y la gente VIP, está cerca de Catania y Giardini-Naxos (1ª colonia griega en la isla), en la misma costa del mar Jónico, es una ciudad colgada del monte y sobre un acantilado, a sus espaldas el Etna, que le sirve de decorado al teatro griego, por detrás y por delante el mar.














Subimos andando hasta la parte alta de la ciudad y nos tropezamos con una puerta monumental, la puerta de Mesina y atravesamos una calle en la que las tiendas son como las de Via Condotti de Roma, es decir, puedes mirar, disfrutar y por supuesto no comprar. 







Desembocamos en una plaza, la de la Catedral, que tiene una mezcla entre castillo normando y románico italiano, la piedra de todos los edificios es basáltica, oscura, con balcones enrejados y flores, la plaza llena de heladerías y cafés; hace calor, mucho calor. Sudando la gota gorda seguimos subiendo hasta el teatro que está sobre el mar, los romanos lo convirtieron en un anfiteatro y ahora ha vuelto a su ser primigenio, de teatro griego, aunque quedan restos de ladrillos romanos y arcos. Contiguo al teatro hay un hotel, para los privilegiados VIP o norteamericanos con exceso de dólares.











Deambulamos por Taormina, recorriendo calles llenas de casas-palacio, donde figuran nombres de reyes españoles (Felipe V por ejemplo).











Entramos en la Catedral y en su interior hay restos de un edificio romano, que podían ser las Termas.


Salimos y echamos un vistazo a todas las joyerías, debe de haber una por cada 10 habitantes, predominan los corales y las turquesas, en unos engarces preciosos, también la mezcla de coral y piedra basáltica que hace un efecto muy llamativo.








A las seis menos cuarto quedamos en la puerta de Mesina y desde allí bajamos en autobuses urbanos a la zona donde nos espera nuestro autobús, y en ese momento nos dimos cuenta de que faltaban tres personas, la guía no tenía ni idea de quienes eran y no nos había contado a todos antes de salir, primer fallo, nosotros tampoco sabíamos de quienes se trataba. Ella esperó unos minutos y luego subió de nuevo y a los 10 minutos bajó y le dijo al conductor que saliéramos y las dejó allí, segundo fallo.

A la mañana siguiente las conocimos en el desayuno, eran tres amigas de Madrid, que tuvieron que coger un taxi para volver. Ellas juraban y perjuraban que a las seis menos cuarto estaban en el lugar de la cita y es posible, porque lo que es cierto es que nosotros nos fuimos antes de las seis menos cuarto del lugar de la cita.

Lógicamente estas señoras tuvieron “una pequeña charla” con la guía, charla que tuvo también Miguel una vez que llegamos al hotel sobre nuestra maleta, que no llegaba, y ni la guía ni la agencia se preocupaban lo más mínimo, así que Miguel se fue en taxi al aeropuerto, donde consiguió averiguar que la maleta podría llegar esa noche, el problema era que nosotros salíamos por la mañana para Palermo, esto parecía el juego del escondite. Bien, otro día sin maleta, menos mal que el neceser ya viajaba con nosotros junto con unas cuantas prendas de ropa.

Con la incertidumbre, salimos hacia Palermo, vía Mesina, Islas Eólidas o Lípari y Cefalú.


10-07-2001 Mesina


Llegamos pronto a Mesina y bajamos al puerto para ver el estrecho, que lo es tanto que sólo tiene 3 Km, ves con toda nitidez la tierra de Reggio Calabria, que por cierto no parece gustarles mucho a los mesineses, había pintadas que decían: ”Noi odiamo Reggio”.



Hay un proyecto para construir un puente entre la isla y la península, pero los sicilianos no quieren, preferirían que les arreglasen las carreteras y el ferrocarril, que están bastante mal, tienen sólo dos tramos de autopista entre Catania y Mesina y Catania y Palermo.



















Mesina es de color ocre claro, tiene una catedral de origen normando tipo fortaleza reconstruida totalmente debido a que un terremoto destruyó la ciudad. Como todo lo sículo-normando presenta rasgos islámicos como la alternancia de dovelas de color blanco y rojo y celosías en los rosetones. El estilo sería gótico-normando, el campanile exento y un precioso artesonado en el interior, puertas de bronce a lo Ghiberti, en la torre un reloj con animales dorados, (un león y un gallo) y dos mujeres, heroínas de las Vísperas Sicuilianas, porque protegieron la muralla del ataque de los angevinos los franceses) por la noche. El león representa la fuerza y el gallo la sabiduría.

Mientras estábamos en estas, ¡Oh maravilla¡ aparece una furgoneta con nuestra maleta, minutos antes habíamos estado en el puerto delante de una columna donde está la Virgen de la lettera (La Carta), por lo que inmediatamente le adjudicamos el milagro, aunque fuera de la carta y no de la Valigia (maleta). Todo el mundo nos felicitó por el hecho y después de dar una vuelta por los alrededores de la catedral seguimos hacia la costa del Tirreno viendo enfrente las Islas Lípari o Eólidas, que son Lípari, Volcano, Strómboli, Panarea, Salina, Filicudi y Alicudi, todas ellas volcánicas y algunas muy activas como Strómboli y Volcano.













Esta costa es muy bonita, de otro color con respecto a la Jónica, con pueblos que se asoman al mar sobre promontorios o sobre pequeños tómbolos o istmos como la zona de Capo d'Orlando.

En Santo Stéfano de Camastra paramos para ver cerámica en un taller, en donde había todos los tipos de cerámica que se hacen en la isla, era cerca de la hora de comer y seguía haciendo un calor tremendo. Comimos en un pueblo pequeño pasta para empezar como siempre y después pescado, muy bueno y ensalada y por la tarde llegamos a Cefalú.



Cefalú es un promontorio que se descuelga hacia el mar y tiene un puerto pequeñito, de pescadores, tipo Cudillero o Figueras, con baluartes y torres mezcladas con las casas, y en la parte alta una catedral sículo-normanda preciosa. A la derecha hay un montículo en forma de cabeza y de ahí el nombre Kefalé- Cefalú, que los griegos le pusieron.






























La catedral está en una plaza, en alto, la estructura exterior es de dos torres normandas y en la fachada arcos entrecruzados apuntados, en el interior tres naves separadas por arcos ojivales con capiteles de motivos normandos y románicos. En el ábside mosaicos bizantinos de la 1ª Edad de Oro y un artesonado de madera. Delante del crucero hay otros fustes como baquetones de influjo cisterciense.













También nos enseñaron un lavadero musulmán, compramos fruta, unos melocotones muy ricos, y paseamos por el pueblo, nos llaman la atención los balcones que tienen unas zapatas de madera como sujeción en la parte inferior, en las casas antiguas son de madera y en las que rehacen son de hierro que imitan madera. Es curioso también que en vez de toldos en los balcones tienen unas telas de loneta de rayas en blanco y azul que están sujetas con una barra a la fachada como las cortinas. En esta parte de la costa las playas son casi inexistentes, porque los acantilados llegan al mar y no hay arena o es muy escasa, salvo en los alrededores de Catania, en Giardini Naxos, que me recuerda al Peloponeso griego, donde te bañas en las rocas o en calitas de piedrecitas.









A Palermo llegamos para cenar, Pablo estaba encantado porque por fin podía ponerse ropa completamente limpia de la maleta, bueno nosotros también, naturalmente.


Textos Ximena Prieto Álvarez

Fotografías: Miguel Roa Guzmán

Tarjetas postales compradas durante el viaje en los diferentes lugares


Continuará...











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