jueves, 15 de noviembre de 2018

A través de Portugal y su Nacional 2: Óbidos (V)


Habíamos dormido en Vila del Rei, bajamos a desayunar para salir pronto, en el comedor, aunque se oían ruidos al fondo en la cocina, no había nadie pero el desayuno estaba disponible.

Mientras desayunamos llegó otro huésped, al terminar y bajar el equipaje intentamos pagar la cuenta, pero en recepción no había nadie, tanto el otro viajero como nosotros nos dirigimos a la cocina para que el camarero buscase o llamase al recepcionista, sin éxito, nos decía y repetía que él no sabía nada y que no tenía instrucciones, como ya habíamos dado nuestro número de tarjeta bancaria le dijimos que teníamos que irnos y que nos iríamos si no aparecía nadie. Siguió sin darnos ninguna solución, no sabía qué hacer, no podía llamar al recepcionista porque no sabía dónde estaba. Le insistí al otro huésped, que era portugués, que llamase por teléfono al número que había pegado en la puerta de entrada y por fin consiguió despertar y hablar con el recepcionista que estaba durmiendo en el propio hotel (y el camarero sin saber nada), nos pidió que esperásemos y a los pocos minutos bajó y resolvió nuestro pago y salida, pidiéndonos disculpas por el incidente. Entonces vino el camarero y con su llavero abrió la puerta, o sea que además estábamos encerrados. Todo quedó en una surrealista anécdota, nos despedimos del otro viajero, que también seguía la ruto de la Nacional 2, y del recepcionista y proseguimos viaje.

Decidimos salirnos premeditadamente de la Nacional 2 y para llegar lo antes posible a nuestro destino tomamos autovías (se pagan en Portugal mediante la identificación de la matrícula del coche) y autopistas (con el peaje tradicional mediante cabinas). Como no estábamos demasiado lejos,  íbamos a conocer uno de los pueblos más bonitos de Portugal: Óbidos.

Óbidos, cuyo nombre significa "ciudad fortificada" y literalmente es así, está situada en la región centro portuguesa, es uno de los municipios tradicionales mejor conservados del país, aunque el excesivo número de visitantes y un regular estado de conservación enturbian un poco el encanto de esta preciosa localidad.

Al llegar a Óbidos aparcamos en la parte alta, a las afueras de la muralla y penetramos andando por una de sus puertas, la de Nuestra Señora de Gracia, donde está el oratorio del mismo nombre, también llamada "Porta do Vale" (Puerta del Valle).























Callejeando y bajo la lluvia llegamos a la "Porta da Vila" (Puerta dela Villa) y desde allí regresamos de nuevo en dirección contraria pero a través de su calle principal y más transitada, con numerosos turistas y tiendas que ofrecían sus productos o la bebida típica del lugar "Ginja de Óbidos", un aguardiente de guindas que te sirven por 1 € en un vasito hecho de chocolate y que lógicamente te comes al terminar de beberte el licor.
















Numerosos rincones, casonas antiguas, tiendas de muy diferentes tipos te van saliendo al paso por la "Rua Direita"y así llegamos a una antigua estación de bomberos, convertida ahora en una preciosa librería de segunda mano, con libros en diferentes idiomas y un mercado biológico de comestibles y bebidas de la zona y de Portugal. Una maravilla para la vista, un lugar precioso con todas las estanterías formadas con antiguas cajas de frutas, pero no sería la única sorpresa de nuestra visita.















Continuamos y pasamos junto a una de las iglesias de esta villa, la iglesia de San Pedro,  en el Largo de San Pedro y enfrente otra bella capilla, tardo-románica.






En el interior de la Iglesia de San Pedro, que fue reconstruida en gran parte después del terremoto de Lisboa de 1755, podemos observar el impresionante retablo barroco dedicado al titular de la iglesia.








Volvemos a la "Rua Direita" y vemos como el snobismo y gamberrismo hace estragos en todas partes, nos explicamos: Como en esta villa, al igual que en muchas partes de Portugal, es tradicional pintar con azulete las esquinas o los zócalos de muchas de sus casas; los visitantes han observado que esta pintura a pesar de estar ya en la fachada se disuelve con ayuda de agua o de saliva por lo que se manchan los dedos de esa pintura para luego poner su nombre u otras cosas en las partes blancas de las fachadas. Ya hay letreros pidiendo a la gente que no lo haga y que respete el patrimonio pero muchos no hacen caso y se pueden ver fachadas "decoradas" de esta forma tan sui generis.




De pronto miramos hacia una calle lateral y encontramos esta preciosa "janela" (ventana) gótica.


Entramos en una sala de exposiciones y admiramos lo que en ella estaba expuesto, una especie de poemas visuales mezclando dibujos, esculturas, cerámicas... incitando a la lectura. Una exposición preciosa para niños pero también para mayores. Me quedo con el cerdo pensativo sentado en un murete o la jirafa lectora en su sillón orejero.























Poco después nos encontramos con el Museo Municipal de Óbidos, aunque sólo lo vimos desde fuera (los veremos en la próxima visita que hagamos a Óbidos), aprovechamos sus servicios públicos y en su patio de acceso pudimos observar unos encantadores azulejos portugueses, no me canso de verlos y de admirarlos y éstos, además, eran antiguos.





Otras tiendas de artesanía parecían estar allí desde la Edad Media. Continuamos hasta la plaza donde se encuentra la Iglesia de Santa María.











La fachada de la Iglesia de Santa María estaba en obras y con los andamios puestos pero su interior es todo un espectáculo, grandes retablos, capillas y cuadros enmarcados por los miles de azulejos que no llegan a cansar, unos son complementos de otros y todos admirables, aquí os dejamos con algunos ejemplos del interior de esta iglesia.









Templo de tres naves, fundamentalmente de estilo renacentista con azulejos pintados a mano del siglo XVII. Allí encontramos esta imagen de San Antonio de Padua (que en realidad es un santo que había nacido en Portugal).





Panteón renacentista situado a la izquierda del altar mayor.





Justo debajo de la Plaza de Santa María está la Iglesia de la Misericordia de la que pudimos ver sólo su fachada.




Y junto a este típico gallo portugués, este "típico" gato portugués durmiendo.







Seguimos por la calle y apreciamos como ésta terminaba en otra iglesia que también estábamos dispuestos a ver, cuál sería nuestra sorpresa al entrar: 








La iglesia de Santiago actualmente está convertida en una magnífica librería de la compañía Ler Devagar, "Livraria de Santiago", cadena que cuenta con otras en Lisboa o la que ya hemos mostrado antes aquí mismo en Óbidos, sin haber tocado la arquitectura se ha amueblado para su nuevo objetivo, allí compramos dos preciosos libros gráficos sobre Lisboa y Oporto.




Como nota curiosa resultó que los libros religiosos incluida la Biblia estaban expuestos en el altar mayor, todo un detalle.







Óbidos es considerada una de las Villas del libro. Junto a la Librería de Santiago se halla una puerta que da acceso a la parte posterior del castillo donde hay un auditorio al aire libre y espacio para diferentes ferias a lo largo del año (especialmente una feria medieval).



Al lado se encuentra el acceso a la Pousada Castelo de Óbidos, el equivalente a los paradores nacionales españoles, situada en el castillo de esta villa y con unas espectaculares instalaciones adecuadas a la arquitectura del lugar.



Se nos echaba la hora de la comida encima y nos fuimos a comer junto al mar, a la península de Peniche y para ello tiramos calles abajo en busca del coche.




















Salimos por la misma puerta que habíamos entrado, la Porta do Vale, nos sorprendió saber que el mar llegaba hasta aquí hasta el siglo XV y que fuera de estas murallas hubiésemos encontrado el puerto con los barcos.





Nuestro desvío nos hizo pasar por tres autopistas de peaje donde pagamos unos 17 € y otros 6€ aproximadamente en zonas de autovías que ya hemos explicado cómo funcionan y que al parecer nuestro gobierno quiere copiar.

Pero antes del regreso a la Nacional 2 nos toca explicar nuestra comida y visita a Peniche, pero eso será en la próxima entrega. Adiós Óbidos, hasta pronto, siempre merecerá la pena venir hasta aquí.




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