jueves, 21 de abril de 2016

Viaje al sur del sur (Argentina y Chile) (XI) As Cataratas do Iguaçu (Brasil).



Sábado 5 de Marzo de 2016. Cataratas de Iguazú desde Brasil - Buenos Aires  - Santiago

Como ya he mencionado el Hotel Panoramic de Iguazú es muy bonito. Hecho en 1946 por Ezequiel Bustillo, famoso arquitecto que tiene avenidas en todas las ciudades. Está remozado en 2007 y muy bien decorado, al estilo de una casa de plantación con mucho color, preciosos jardines y una vista privilegiada sobre los tres hitos (Paraguay, Brasil y Argentina) y el cruce de las fronteras entre los ríos Paraná e Iguazú. El Iguazú se une al Paraná aquí y terminan en el Atlántico 25 kilómetros más abajo.













Esta mañana vamos a las cataratas del lado brasileño, después volvemos al hotel y esperamos que nos trasladen al aeropuerto. A las 9 pasadas aparece Horacio, el mismo guía de ayer y vamos camino de la frontera brasileña. Pasamos el control argentino y entramos en el puente sobre el Iguazú (Iguaçu en portugués), la mitad del puente está pintada de azul y blanco y la otra mitad de amarillo y verde, colores de ambos países.

Ya estamos en Brasil. Todo parece más organizado en este lado, más limpio y cuidado. Justo pasada la frontera vamos a una enorme tienda donde hay unos geodas de esos que son más altos que una persona y las piedras naturales más bonitas que he visto en mi vida. Cuarzos tallados, ónices, amatistas, lapislázuli... y también las inevitables chanclas hawaianas.














Llegamos al Parque Nacional, nos montan en un autobús de esos panorámicos y nos llevan de paseo por el Parque. Nos bajamos en una parada que dice Cataratas y Hotel.








El Hotel pintado de rosa y blanco es una construcción de tipo colonial con una torre, precioso, y enfrente de las cataratas.



El lado brasileño tiene tres cataratas en uno de los lados, pero lo mejor que tiene es que desde aquí se ven todas las del lado argentino al mismo tiempo. Dice Horacio el guía que el escenario son las argentinas y el palco las brasileñas. El paseo es muy agradable y fresco porque los árboles nos van dando sombra y hay miradores para pararse. Andando despacito voy viendo las distintas perspectivas de las cataratas y como ya las conocemos podemos identificarlas, por ejemplo ahora estamos delante de las San Martín, más allá se ve la Garganta del Diablo y en el ángulo más a la izquierda las brasileñas, a las que nos vamos acercando poco a poco. Hace un día despejado y sobre el agua de la catarata incide el sol y se descompone en un arco iris completo, la vegetación verdea, hay plantas de alegrías de la casa que salpican de rojo el tapiz verde y lo complementan, begonias rosadas, drácenas, potos y muchas otras flores  de selva húmeda desconocidas para mí. Aparecen los coatíes y bandadas de mariposas de un amarillo intenso, acompañado todo esto por una temperatura perfecta, nos parece el Paraíso, eso si , con mucha gente.








































Cuando alcanzamos las cataratas brasileñas hay una pasarela que va hasta el extremo del salto más bajo, la gente llega al final y se pone pipando. Luego para subir a la más alta hay un ascensor excavado en la piedra y sales a la parte superior en la que te mojas aunque no quieras con la neblina que produce el agua al caer. Desde el nivel superior alcanzamos el autobús y volvemos y un poco más tarde al hotel, comemos en el hotel y esperamos a que venga Horacio sobre las tres para ir al aeropuerto.

























Pocos minutos después de haber despegado con rumbo a Buenos Aires podemos ver desde el cielo las cataratas que tanto nos han impresionado al verlas de cerca.










El viaje se hace pesado, llegamos a Buenos Aires por la tarde y nos queda todavía un segundo viaje rumbo a Santiago, allí aterrizamos tarde, de noche. 









Cuando vamos a recoger las maletas, sale la mía y le digo a Miguel: "Todavía no hemos tenido ningún problema con las maletas y por estadística, nos toca" Miguel me dice que no sea gafe, pero, en efecto, esperamos y esperamos y la maleta no aparece. Yo me quedo al lado de la cinta con las maletas restantes por si acaso y Miguel va al mostrador de la compañía LAN. Después de un rato de dar explicaciones y oír peroratas, Miguel sale con la señorita que atiende en LAN para informar del problema al que nos lleva al hotel, que estará ya desesperado.



Bueno, pues sin maleta nos vamos a la salida y allí está Mauricio esperando. Tardamos una hora en llegar al hotel que se llama  Best Western Premier Marina Las Condes y está en un barrio moderno con muchos rascacielos de acero y cristal. Es la una de la madrugada.












Texto: Ximena Prieto
Fotografías: Miguel Roa y Ximena Prieto

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