Domingo 28 de Febrero. Puerto
Natales. Cueva del Milodón y Parque Nacional de las Torres del Paine.
A las 7
de la mañana está nublado y hace un poco de viento, en treinta minutos vamos al
Parque Nacional de las Torres del Paine. Llega la furgoneta, se presenta el
guía que se llama Antonio, somos un grupo formado por un angloparlante, una
angloparlante que habla español, dos amigas navarras y nosotros.
La
primera parada es la Cueva del Milodón, en dirección norte, por lo que se llama
El Seno de Última Esperanza. Era un bicho que existió hace 18.000 años y era
una especie de oso con garras y cola larga y gruesa. la cueva es de lutitas y
conglomerados y se formó cuando un glaciar se descongeló y el agua fue
depositando los materiales en el fondo y formando el techo y las paredes. Es
una cueva bastante abierta con poco desnivel, bastante amplia y desde dentro se
ve la entrada. Este milodón tiene una escultura en una rotonda a la entrada de
Puerto Natales.
Nos
dirigimos al este por un camino ancho de tierra apisonada que aquí llaman de
ripio, unos pocos kilómetros y después vamos hacia el norte. A nuestra
izquierda están las montañas del Prat, una laguna y la hacienda Tres Pasos
donde pasó unas vacaciones Gabriela Mistral, en la hacienda hay vacas y ovejas
y muchos árboles muertos con los esqueletos solamente. Esto se debe a los
periodos de sequía. En las montañas del Prat hay al menos un cono volcánico y
los valles son glaciares. Ante la enormidad del paisaje los animales se ven muy
pequeños, los pastos amarillean en algunas zonas y a media ladera hay árboles.
Ahora estamos a 7 kilómetros de Argentina y en esta área quedan aún minas
antitanque del conflicto bélico entre Chile y Argentina. Más caballos, vacas y
ovejas. En las partes más áridas sopla mucho el viento y erosiona las paredes
de las montañas dándole una forma característica. Estamos en Cerro Castillo que
es el paso fronterizo, pero no vamos a cruzar, solo comprar algo de comida para
los que no la llevan incluida.
Doblamos
un poco hacía el noroeste hacia un extremo del lago del Toro y del lago Sarmiento
y sigue habiendo estancias y empezamos a encontrarnos con los guanacos, que son
de la familia de los camélidos y se parecen a las llamas, a las vicuñas y a las
alpacas, más altos, de ojos grandes y suaves un poquitín almendrados, cuello
largo, orejas puntiagudas y verticales y pelo largo en tonos marrón y blanco en
el vientre. Viven en libertad en toda la Patagonia dentro de los Parques,
aunque algunos viven en fincas privadas, no son propiedad de nadie. Los
fotografiamos y como no los agobiamos se quedan mucho rato, y un poco más allá
nos encontramos con un ñandú, una especie de avestruz más pequeña y bastante
más asustadiza.
Al fondo
fondo se divisa el macizo del Paine nevado, nosotros atravesamos un paraje
estepario con plantas rastreras y redondeadas y terrazas glaciares. Cuando
estamos cerca del lago Sarmiento nos bajamos de nuevo para ver por primera vez
el macizo del Paine completo, ya se distinguen las Torres y los Cuernos pero
muy chiquititos todavía. Las Torres tienen más de 2.500 metros de altitud, creo
que 2800 la más alta, son un espectáculo increíble. Al pie el lago con
trombolitos y microbialitos que es carbonato de calcio en forma de esqueleto
calcáreo en las orillas, estos depósitos tienen un color blanco. Desde aquí el
primer monte que se ve es mucho más alto que Las Torres y tiene forma de
pirámide, se llama Almirante Nieto y está completamente nevado. A la derecha de
Las Torres según las estoy mirando está el Cerro Paine.
Avanzamos
un poco más y llegamos a la zona desde donde se ven Las Torres, que es Laguna
Amarga, es un lugar abierto, desolado, impactante, la laguna tiene en las
orillas costras de sal. Las Torres están delante de nosotros como si se
trataran de tres menhires de color beige, la de la izquierda, la más alta y un poco separada de las otras dos,
la central una auténtica aguja- obelisco y la de la derecha está rematada por
dos picos. Estoy feliz de poder estar aquí, hace mucho tiempo que quería verlas
y me parece mentira. Ya en todo el día no las volveremos a ver puesto que vamos rodeando el macizo dirección norte y después
noroeste y sur.
Paine
quiere decir azul, nos paramos en el mirador del Macizo Azul desde el que se
ven Los Cuernos y el Almirante Nieto y su glaciar. Pasamos al lago de las
Mellizas y después al mirador del Salto
Grande, un lago, una cascada y a la derecha Los Cuernos del Paine. Los Cuernos
tienen una parte clara y una parte oscura que es la superior porque son rocas
intrusivas. Siguiendo hacia el norte llegamos al lago Pehoé de azul turquesa con una isla pequeña que tiene
dos casas, un puente y al fondo Los Cuernos. Es un paisaje idílico, para curar
cualquier mal del alma.
Bordeamos
el lago yllegamos a un área donde hay un restaurante y un bar con una pequeña
tienda. El restaurante tiene vistas al lago, de madera con grandes cristaleras.
Ahí es donde vamos a comer nosotros. Huele muy bien porque hay carne asándose
en una parrilla. Nos dan una sopa calentita que nos viene de perlas, después la
carne con ensalada o patatas y el postre que elegimos de entre los que están en
una vitrina. Una vez repuestas las fuerzas, nos damos una vuelta por el lugar.
Nos acercamos a la orilla hasta prácticamente meter los pies, ahí están los
Cuernos que desde esta posición los vemos totalmente de frente y es cuando nos
damos cuenta de por qué el nombre de cuernos. Con su color oscuro y su tamaño
parecen los cuernos del Minotauro. El paisaje es difícil de describir de tanta
hermosura, una pradera, un armadillo paseando, un lago tranquilo, unas montañas
imponentes, árboles y arbustos y el sol que sale.
A nuestro pesar nos marchamos y giramos un
poco al oeste para llegar al lago Grey en su extremo sur y ver trozos de
témpanos de hielo. Para acceder hay que pasar un puente colgante que se mueve
bastante, un camino entre el bosque y ya está la orilla del lago aunque muy
lejos, hay que caminar bastante para acercarse al agua y a los témpanos, hace
un viento helado, tan helado que me vuelvo antes de estar cerca de los témpanos,
aunque los puedo distinguir y también su color que con el sol es completamente
azul. El camino de vuelta es de nuevo a través del puente colgante. Paseamos al
lado de la casa del guardabosques y volvemos.
El día
ha sido redondo. Desde aquí nos dirigimos al sur por Río Serrano, el lago del
Toro en su lado suroeste y el lago Porteño, atravesamos el río Paine y salimos
a la cueva del Milodón y desde allí a Puerto Natales.
Deben de
ser las seis de la tarde, nos arreglamos y nos vamos a dar un paseo y luego a
cenar. Puerto Natales es una cuadrícula ascendente desde el puerto, está muy
extendida pues las casas son de una planta ,como mucho dos, con jardincillo,
muy coloridas, con tejados inclinados a dos aguas de fibrocemento o chapa con
una ventana que se divide en tres y de distintos materiales, las hay recubiertas
de chapa, las hay todas de madera y las hay de ladrillos y cemento pero esas
son las menos. En medio llevan unos aislamientos en medio de los muros que he visto en las que
estaban a medio construir. Las que son de madera suelen estar barnizadas.
En el centro de la ciudad, que está bastante arriba, hay un
parque y una calle ancha con tiendas y restaurantes. Esta zona está libre de
tsunamis, eso lo pone en unos carteles a partir de la tercera manzana hacia
arriba.
Pasamos delante de la iglesia y están en Misa,
entramos, la homilía larga, larguísima, de unos 15 minutos, la gente muy atenta
y me sorprende la media de edad que es baja, hay bastantes jóvenes. Los cantos
son reconocibles, hay un sacerdote que está confesando a un muchacho sin
confesonario, ya con la celebración empezada. La iglesia es de una sola nave,
moderna, revestida de madera, con bancos magníficos. Me fijo en el atuendo de
la gente y hay variedad, algunos vestidos de verano, jóvenes y niños, otros de
entretiempo y otros casi de invierno. La temperatura no es muy baja pero para
ir abrigado. Al salir, el cielo se ha despejado por completo y hace viento.
Buscamos un restaurante
y encontramos el Última Esperanza que tiene buena pinta y hay mucha gente.
Comemos centolla y calamares con media botellita de vino, un tinto Cabernet
Sauvignon que no está mal, pero la centolla me parece muy insípida. Aquí en
todos los restaurantes te incluyen en la cuenta el 10% de la propina y te
preguntan si estás de acuerdo, por supuesto, aunque no lo estuvieras, no les
vas a decir que no, pues el servicio es incluso hasta empalagoso, hay camareros
por todas partes. A la salida hace frío y estamos cansados así que regresamos
al hotel porque mañana a las 6 hay que estar en pie otra vez.
Texto: Ximena Prieto
Fotografías: Miguel Roa
1 comentario:
Miguel, fotos y textos maravillosos, dignos un gran profesor. Porque los verdades profesores jamas se jubilan; siguen enseñando por otros métodos. Ojalá tu proximo blog sea para describir el viaje a Brasil. Un abrazo!
Publicar un comentario